Parte 1

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El color de los huesos casi se funde con el del pasto quemado por el verano que sobresale entre las vértebras. Las costillas se arquean como olas, empujadas por una brisa imperceptible; los nudillos de los dedos pálidos como piedras blanqueadas por el calor del sol.

–Cinco o seis años.

El hombre declara sin levantar los ojos del esqueleto. Harry se mueve inquieto. Hace mucho calor, piensa, especialmente tan tarde en el verano. La túnica le cuelga de los hombros, pesada y húmeda por la transpiración, estática ante la brisa. El otro hombre –pequeño y de anteojos, con una salpimentada barba bien cortada– no parece afectado por el calor. Usa la túnica de color marfil de la división post-mórtem y, de alguna manera, el color pálido da la ilusión de frescura y sombra.

Un clic de una cámara, el sonido del obturador hace eco a través del campo. Harry y el otro hombre se giran en dirección del sonido. La fotógrafa –una bruja alta y de hombros anchos, con una nariz aristocrática– les dirige una mirada.

–Tengo otro trabajo a las tres, Butterworth –dice, y Butterworth la mira con irritación.

–Haré los hechizos y saldré de tu camino –Le contesta él con brusquedad. La mujer espera con un dedo impaciente sobre el botón del obturador.

Butterworth realiza el hechizo y números afloran flotando sobre el cadáver como atrapados en una onda de calor.

–Cinco años –dice con una nota de satisfacción en su voz. Le gusta tener la razón.

Harry apoya su peso en el otro pie. Su cabello se curva sobre su cuello, húmedo del sudor que gotea de su cabeza.

–¿Mes? –pregunta Harry, deseando poder irse de una vez a refugiarse en los refrescantes pasillos del Ministerio. Butterworth sacude su varita.

–Entre junio y abril.

Harry suspira, Butterworth silva.

–Entre más tiempo lleven muertos, menos acertado es el hechizo. No puedo darte nada mejor que eso.

Aún así, es lo suficientemente cerca como para estar relacionado con el caso de Harry.

–Podría ser Fenwick –dice –desapareció en marzo de 2001, su escoba fue encontrada no muy lejos de aquí. Tal vez coincida.

–Voy a extraer una muestra para llevarla al departamento –contesta Butterworth– te haré saber los resultados en una semana.

–Eso es bastante rápido –responde Harry con sorpresa. Los casos fríos rara vez son prioritarios.

–Ha sido un mes lento –Butterworth sacude los hombros– puedes irte si quieres, yo recojo la muestra y Glassbrook terminará de fotografiar la escena. El resto del equipo llegará pronto.

–Gracias.

Harry desaparece con un pop.

***

Cuando Harry era un Auror recién graduado, con veinte años y ojos afilados de entusiasmo, un apretado agarre de su varita y una mente clara como el sol, pensó que sabía exactamente cual era su trabajo. Salvar vidas y salvar personas con trabajo tangible: pasos acelerados en los callejones y maleficios saltando como liebres asustadas, tacleos forzosos y contra-hechizos llamativos.

Era bueno en esa parte. Muy bueno en el campo. Pero, como sus supervisores le explicaron delicadamente, no era muy bueno con la parte investigativa de su trabajo.

–Para eso son los detectives –Había argumentado Harry y todos habían intercambiado miradas antes de decir que un jefe de Aurores –sólo por ejemplo– necesitaba de una mente cuidadosamente entrenada para detectar los más sutiles detalles de cada caso. Habilidades con la gente, habían dicho, era lo que un Auror necesitaba. No solo fuerza bruta y magia habilidosa

Corriendo en el aire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora