Parte 12

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En el apartamento, las cajas con las posesiones de Draco están ordenadamente apiladas sobre el comedor. En la habitación de huéspedes aun hay medio vaso con agua en el nochero, la cama está sin hacer.

Harry se sienta en el borde de la cama y saca la varita de su bolsillo. Madera de espino, diez pulgadas, núcleo de pelo de unicornio.

La sacó de Gringotts el martes en la tarde, cuando Draco aun dormía y Harry todavía no empezaba a preocuparse. La varita había estado en el olvido por años; Harry pretendía devolvérsela a Draco después de la guerra, se la enviaría con un búho para ahorrarse la incomodidad de un encuentro personal, pero lo había olvidado. Estaba muy ocupado con otras cosas, la varita había terminado empaquetada con todas sus otras posesiones en Gringotts cuando había comprado el apartamento con Ginny. Nunca las desempacó. Le tomó bastante tiempo encontrarla porque cuando guardó todo en cajas no las nombró o les puso algún orden. Estaba entre un montón de otras cosas: varios tomos de revistas Quidditch Semanal que debió tirar hace mucho tiempo, uno de los galeones falsos que Hermione hizo para el Ejército de Dumbledore, una brújula de escoba, un suéter Weasley, la navaja de Sirius.

Y la varita de Draco.

Harry había estado muy sorprendido cuando desarmó a Draco, tomando su varita y huyendo con ella. Había esperado que la varita se resistiera a él y fuera poco amigable (porque le había aterrado usar la varita de Bellatrix). Pero usarla no fue diferente a usar, por ejemplo, la de Hermione y además probó ser muy útil en reemplazo de la de Harry.

Lo hace sentir culpable otra vez. Draco —a juzgar por las cartas en el diario— nunca olvidó su varita original y había agonizado sobre el obstáculo de pedirla de vuelta. Pero para Harry no había merecido consideración alguna. Hizo planes vagos de devolverla, pero había estado muy ocupado con cosas tontas, sonriendo y pasando tiempo con sus amigos, viviendo su vida. La había tirado en una caja con otros objetos olvidados y la dejó acumulando polvo en una bodega de Gringotts.

Lo siento, quiere decir Harry, pero Draco no puede escucharlo. No está aquí.

Levanta la varita.

–Tranquillo.

Draco tenía razón, el hechizo no funciona cuando se usa en uno mismo.

***

La tarde siguiente Harry está en medio de la revisión de su último caso cuando Ron entra a zancadas.

Eso solo pasa cuando se trata de algo importante, Harry lo sabe. Otras veces, sólo deambula por el lugar tocando las cosas y robándose los dulces. Ron nunca dejó el hábito de caminar de esa manera desgarbada y suelta.

–Malfoy despertó –dice sin ningún preámbulo, robándose la atención de Harry de inmediato.

–¿Cuándo?

–Despertó anoche, cerca de las nueve. Luego se durmió de nuevo, pero dijeron que esta vez era un sueño natural. Despertó cerca de las seis de la mañana y se quedó despierto.

–¿Cómo lo sabes? –demanda Harry, dejando de lado el archivo que leía y levantándose.

–Acabo de dejar un aprendiz de Auror en San Mungo, reemplazó accidentalmente sus dedos por zanahorias durante el entrenamiento. Aproveché que estaba ahí para preguntar por Malfoy.

–...¿Preguntaste por Malfoy? ¿por qué?

–Muchas gracias, eh –le contesta exasperado– me comporto como un ser humano decente y tu cuestionas mis motivos. Muy amable, gracias.

Corriendo en el aire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora