The loud House La ciudad del Pecado Cap 1

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Las Vegas, Nevada...
En una noche cálida y seca debido al árido viento del desierto, un hombre de abrigo negro y afelpado color blanco camina tranquilamente por un horrible barrio de mala muerte en los suburbios, donde solo unos pocos serían capaces de marchar con la clase de quietud en impunidad con la que él lo hacía.
La atmosfera del sitio de por sí gritaba peligro y da una sensación de inquietud a donde quiera que se mire, sin embargo, y de un modo similar, lo mismo podría decirse del hombre que marchaba por las calles mientras esperaba recibir una señal de algún tipo.
-Psst. Por aquí.-
Escuchó repentinamente él, dándose cuenta de que dicha voz provenía de un hombre bajito con una nariz notoriamente deformada, el cual se encontraba esperándolo en un oscuro callejón, a la vez que exhibía un maletín en sus manos y le hacía señas para indicarle que por ese lugar es en donde tendría lugar su reunión.
Sin pensárselo mucho, el hombre de traje negro ingresó al estrecho e intercambió unas pocas palabras con su contacto de ese día.
-Traje el pago que me pidió. Dígame, ¿Usted trajo la llave, Sr. Loud?- Preguntó el pequeño señor, poco antes de que la otra persona descubriese su cabeza para así revelar una cabellera albina sumamente reconocible.
-Si. El contrabando que pediste está en el almacén 329.- Respondió de forma casual el albino, poco antes de cambiar su semblante por uno más serio, el cual siempre adaptaba al momento de discutir sobre negocios. -Como dije, aquí tengo la llave. Pero antes de dártela quiero ver el dinero.-
-Oh. Desde luego, señor. Tome, revíselo todo.- Dijo el pigmeo, al momento de hacer entrega del maletín que había traído consigo.
Es así entonces que Lincoln sujeta el maletín y se dispone a abrirlo para así cerciorarse de que todo estuviese en orden. No obstante, antes que él siquiera fuese capaz de quitarle el primer pestillo al objeto, el chico escucha un ruido sordo proveniente detrás de sí, poco antes de sentir un dolor punzante en la espalda, dándole entender que acababan de dispararle.
Dándose cuenta de la situación, Lincoln mira a su alrededor mientras presiona la herida con su mano, para así darse cuenta que, en las ventanas de los dos edificios que rodeaban el callejón se hallaba una media docena de hombres apuntándole.
-Malditos.- Alcanzó a musitar él, poco antes de que el pequeño hombre con el que arregló dicho encuentro le dedicase una mirada repulsiva.
-No se descuiden todavía. Él puede tener un chaleco antibalas, así que...- Dijo él, segundos antes de chasquear los dedos y hacer que todos sus hombres vaciaran los cargadores de sus armas contra el albino, quién finalmente acabo por caer al suelo luego de quedar con un gran número de agujeros en su ropa y torso. -No está mal, pero...- Comentó él, luego de acercarse al cuerpo inerte del chico, sacar un arma de su saco y luego darle un tiro directo en la sien, para así asegurarse de que el mismo estuviera completamente muerto. -Bien. Está bien muerto. Pobre chico idiota. ¿En verdad pensó que iba a desaprovechar la oportunidad de asesinarlo para así convertirme en el próximo líder de la mafia de Nevada? Solo por esa estupidez se merecía morir tirado en la inmundicia con más agujeros que un puto queso suizo.-
Luego de eso, el pequeño se acercó al cuerpo inmóvil y muerto de Lincoln, para así empezar a escudriñar entre sus bolsillos, sacando todos los objetos de valor que este tenía, incluyendo la llave del almacén y las de una limusina que, él recordaba, era la más grande y lujosa que jamás hubiera visto. Estando satisfecho con lo conseguido, el hombre de nariz deforme estuvo a punto de ponerse de pie e irse, pero entonces fijo su atención en un reloj de oro en la muñeca del chico, el cual imaginó, este ya no necesitaría de ahora en más.

 Estando satisfecho con lo  conseguido, el hombre de nariz deforme estuvo a punto de ponerse de pie e  irse, pero entonces fijo su atención en un reloj de oro en la muñeca  del chico, el cual imaginó, este ya no necesitaría de ahora en más

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