Epílogo

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Algunos de los grandes libros, colocados estratégicamente al fondo, escondían a sus espaldas sendas cajetillas de cigarrillos en el casillero.

La conserje arrastró el carro de limpieza hacia el elegante salón del otro lado y ese fue el único sonido que el pirata escuchó en ese momento.

Él sonrió al tomar una de las rojas de cartón entre sus dedos y colocarla en su bolsillo. Ya tenía un encendedor previamente alistado, fue muy responsable de su parte.

Los pasillos ahora estaban relativamente vacíos, así que triunfó consigo mismo al evitar que otro castigo se sumara a su lista de recurrentes faltas.

Fumar en la escuela de preparación era prohibido según la reglamentación vigente, se lo mencionó, específicamente, el Hada Madrina cuando hacían el aburrido papeleo y la designación de cursos para que asistiera a ella por primera vez.

El pirata incluso podría afirmar que tal regla no existía hasta su llegada.

Negó divertido al recordar el rostro amargado del joven rey cuando lo descubrieron.

No habría problema alguno ahora, porque no existían alarmas de fuego que lo delataran en el gran estadio verde al que iría pronto, era una salvación poder inundar sus fosas nasales en la naturaleza y ver a un lindo chico sudar entre los cambios de tiempo a la vez.

—Aquí no está permitido fumar —el castaño no evitó el rodar los ojos cuando escuchó esa conocida voz.

La metálica puerta amarilla se cerró de golpe gracias a un impulso de agresividad.

—Deberías alejarte antes de que te hechice, preciosa —Audrey tenía una sonrisa complacida cuando Harry la observó.

Su traje color melon y el labial cereza combinaban muy bien con el lugar de la sucia realeza.

—Tampoco puedes usar tu magia en las instalaciones —el cabello plateado se sacudió con gracia cuando lo pronunció.

El pirata sonrió.

—Eso no significa que no lo haré —las hebillas de su vestimenta sonaron suaves cuando se apoyó en los casilleros, estaba buscando paciencia.

La princesa había estado más que jodidamente atenta desde su llegada, la cual tan solo era de una antigüedad menor a la de una semana.

Parecía que la rivalidad entre los nobles privilegiados y los chicos de la isla serían igual de repetitivos que antes.

—Tenemos reglas que deben ser respetadas, esto no es un hueco oscuro con anarquía.

Harry rió, recordando muy bien el desastre que la chica había ocasionado por su actitud altanera no hace mucho.

Tomar un bastón prohibido no podía compararse con malograr sus pulmones intencionalmente, era irónico que ella lo mencionara.

—Si siempre son respetadas, dónde queda la diversión —sus labios se estiraron con sorna y su rostro se inclinó intimidante —Tú debes saber mucho de eso.

Ella entrecerró los ojos, con esa irritación tan complaciente que le daba la insólita victoria al chico de la Isla.

También era bueno recordar que los continuos roces con residentes de Auradon era una rutina más que habitual en su vida.

Muchos estaban rencorosos por el plan de reinserción que se ejecutó desde la coronación y, al hijo de Garfio, eso le daba enormes alas para iniciar peleas que tanto ayudaban a desfogar su ira.

Las filosas miradas batallaban mientras el dilema acogía su mente.

—Harry —un llamado suave y sorprendido y el castaño pudo desviar la mirada solo para disfrutar de un chico de pelo largo con ropa deportiva a lo lejos.

Carita Hermosa (Jarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora