₡∆PÍTULO N°8 (Parte 2)

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Unas cuantas caladas y el silencio se veía más impertinente.

Jay le arrebató el, casi gastado, cigarrillo al pirata y sorbió, sintiendo la humedad de la boca del contrario en la punta y las mismas ganas de desahogarse con el humo ingresando a sus pulmones.

Sabía el por qué de la reacción tosca en el pirata, no estaba listo para avanzar de un solo movimiento al roce profundo de hace un rato y Harry había notado tal dilema en sus actos.

Los minutos pasaron en compañía de ambos chicos, sentados en la áspera madera.

No era fácil afirmar que los ojos de Hook no se movieron del azulado mar, probablemente lo hicieron para mirar la punta de sus pies y volver a esa rutina unas cuantas veces, pero no quisieron observar la figura a su lado en ningún momento.

Jay golpeaba su talón en el suelo, siguiendo un ritmo inexistente para pasar el rato y pensar serenamente.
Sabía que, con solo mirar a Harry, no cambiaría las cosas.

La culpabilidad era un actor importante en el momento, pues, por un lado, Jay temía que su cobardía haya alejado al chico por quién había sentido algo más que amistad fraternal y, por el otro, Harry creía que su actitud de víctima no era la correcta en estas circunstancias, especialmente si tenía a uno de los mejores amigos de su amante en el barco, atado en una habitación y siendo utilizado de carnada.

Definitivamente el problema más grave lo tenía el moreno de la Isla.

El hijo de Jafar pronto sabría de lo sucedido. En estos instantes, Uma se encargaba de avisar sobre el secuestro e informar la petición de recompensa a cambio del príncipe en apuros.
Las noticias no tardarían en correr a los oídos de Jay cuando este llegara con su grupo.
Harry tenía que hablar ahora o callar para siempre, muy a pesar de que, soltar una palabra, significaba romper el vínculo con los piratas que, por años, lo habían acogido.

—¿Te veré más tarde?

Los ojos rasgados lo observaron.

—No querrás hacerlo.

Jay tragó saliva, el contrario de seguro seguía irritado por el desplante de hacer un rato.

—Siempre voy a querer hacerlo, Harry.

No quería ceder y combinar sus miradas, pero la frase logró todo lo contrario.

—Créeme, bonito.

Un suspiro cansado y el de pelo largo se aproximó sin saber muy bien qué decir para terminar con la innecesaria riña.

—Lo siento, tengo miedo —Hook no pudo evitar el reír por la confesión. Él era quien tenía miedo en realidad —Esto es nuevo para mí, pienso que quizás no estoy listo, pero eso no tiene porqué interferir en nosotros —fue Harry quién negó con la cabeza, ese no era el problema en cuestión —Tengo la confianza en contarte esto, porque me gustas, Hook, siento algo extraño por ti y a veces eso me asusta ¿Sabes? —una suave mano se posó en la pierna del nombrado y Harry no pudo evitar el pensar en lo delicado que era Jay en su trato, probablemente estaba acostumbrado a llevar este tipo de contacto con las chicas —Nunca había besado a un chico y, al parecer, lo hacemos mucho mejor —el pirata soltó una carcajada, casi olvidando la pequeña astilla que debía sacar de una vez.

—¿Es esa una confesión de amor homosexual?

—Preferiría que solo fuera amor —Harry esperaba esa respuesta, aunque debía admitir que escuchar la palabra le hizo temblar —No te quiero porque eres un chico, sino porque eres tú, idiota.

Harry quedó en silencio por un instante.

—A mi sí me gustas porque eres un chico —Jay rodó los ojos por el romanticismo en sus palabras y los dedos del pirata viajaron rápidamente hacia su quijada —Pero eso fue muy dulce, lindo.

La tentación volvió sin aviso alguno y, en un abrir y cerrar de ojos,  la boca de Harry estaba succionando cada centímetro de esa maciza barbilla.

No quería que Jay se fuera.

Las manos del chico de Auradon sostuvieron los hombros del castaño y la acción no tardó en ceder, pues unos labios llegaron a su cuello con prisa.

El de la Isla lamió y un gruñido se oyó directamente en su oreja.

Pronto Harry logró su cometido, tenía las manos del buen Jay en sus caderas y, a su cuerpo, sobre el regazo del mismo.

Sentir el firme y masculino pecho del pirata rozando el suyo fue diferente, fue algo tentador y, por muy paradójico que fuera en su mente, a Jay le gustó demasiado.

No era un delgado cuerpo el que le estaba revoloteando las emociones, no era un sedoso y largo pelo, ni una cintura estrecha, era Harry y solo Harry quién estaba haciéndolo enloquecer.

Sus bocas parecían imanes, juntándose cada que se veían cerca y logrando tensarlos con una ansiedad insana por más roce.

—Joder —fue el pirata quien maldijo por lo bajo, sintiendo un bulto presionando su cuerpo sin que su dueño fuera muy consciente de ello.

Jay quería acallar esos groseros labios y... ¿Seguir?

No tenía muy claro cuál era la continuación de lo que pasaba, o quizás sí lo hacía, pero prefería desistir en sus miedos y fingir ignorancia ante lo que estaba a punto de suceder.

Una ola golpeó en la costa y Harry jadeó al sentirla muy cerca.

Las caderas se movieron lentas, respiraciones hondas invadieron el silencio en el muelle y unas escurridizas manos se introdujeron en medio de ambos cuerpos.

—Harry, no...

La vista de ese lascivo rostro no lo calmó ni por un segundo y eso logró que su negación no sonará convincente.
Mejillas rosadas, labios relamiéndose y una sonrisa pícara le dieron la bienvenida.

—Bonito, sí —sus ojos bailaron brillantes en los del otro y Jay los cerró con fuerza al sentir un roce en su entrepierna —Relájate.

Cremalleras sonaron, un movimiento y cada jadeó que vino lo dijo todo.

Las sensaciones eran tan fuertes, que lo único que podía hacer Jay era mirar hacia el techo rocoso y gruñir en busca de no perder la cordura.

La piel con piel lo estremeció y esos largos dedos acariciando la unión de esos miembros lo nubló por completo.

Harry combatió con su relajado cuerpo, quería echarse sobre ese gran chico y que él hiciera lo que su voluntad mandara al final.

Pero sumó resistencia al tener muy claro que la experiencia solo estaba de su lado, no quería espantar al que nuevas sensaciones experimentaba y acariciarlo no se sentía nada mal después de todo, no se sentía ni siquiera bien, era espectacular.

—Maldición, bonito —Jay tenía su manzana de Adán expuesta a una mordida siniestra y Harry solo mordió su labio inferior observándolo, aún moviéndose en busca del éxtasis próximo.

—E-esto es demasiado —otro gruñido y Harry se sentía orgulloso de lo que hacía, sus gemidos lo delataron.

El hijo de Jafar juró mentalmente.
Solo mirando esos profundos ojos se llenó de placer, así que, tener tacto directo con ese cuerpo prohibido, lo destrozó, lo enloqueció y en verdad no debía ser permitida tal sensación.

El tiempo pasó entre besos, sacudidas,  mordidas y vaivenes necesitados.

Una última caricia, cuerpos estremeciéndose y bocas uniéndose lentas y calientes fueron la despedida.

Las sonrisas parecían delatar lo sucedido, pero ninguno sabría qué tal sensación de felicidad se iría esa misma tarde en un enfrentamiento.

Carita Hermosa (Jarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora