Childhood Friends au

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—¡Estúpido Hinata! —exclamó Kageyama justo cuando al nombrado le cayó el balón encima— ¿Cuánto vas a tardar en concentrarte?

Hinata le respondió con un pequeño puchero. No llevaban muchos días en el club y ya estaba teniendo problemas: el rubio de su curso no le dejaba concentrarse. Él lo seguía por el rabillo del ojo, como esperando a que le llegara alguna respuesta divina, hasta que el balón chocaba con su cabeza. A Tsukishima parecía molestarle. Ignoraba sus expectantes miradas la mayor parte del tiempo y, en las pocas ocasiones en las que daba una respuesta, se limitaba a expresarse con sus ojos amenzadores antes de alejarse con Yamaguchi. Hinata no podía pasarlo por alto, sabía que había algo raro con él. Por otro lado, Tsukishima evitaba hablarle lo máximo posible por temor a arrojar luz sobre el pasado que ya daba por enterrado.

—Hoy estás peor que nunca —volvió a comentar el colocador, esta vez acercándose a él—. Salgamos por un rato, quiero beber algo de leche.

Fuera ya había empezado a anochecer. Hinata le siguió, cuestionándole al mismo tiempo su pequeña adicción a la leche y si Daichi les permitiría practicar por mucho más tiempo. Tras conseguir sus bebidas, se sentaron cerca de unos árboles, en silencio al principio. La mente de Hinata le seguía dando vueltas al asunto. Era como si se estuviera olvidando de algo importante, como si no llegara a alcanzar una verdad que se encontraba ante sus ojos. Si alguien lo hubiera observado en ese momento, seguro pensaría que el pobre estaba siendo hipnotizado por un brick de zumo.

—Tal vez lo he visto antes... —murmuró sin darse cuenta— Pero no veníamos de la misma escuela, ¿cierto?

Kageyama negó con la cabeza. Meditó un poco sus palabras y fue directo:

—¿Por qué no le hablas y ya?

Al más bajo no le gustó mucho la idea. Era la mejor y más directa forma de abarcar el tema, pero dirigirle la palabra a un alto dinosaurio que aprovechaba cualquier situación para reírse de él era una acción que no le inspiraba demasiada confianza.

—Tan solo inténtalo para quitar tus dudas —Kageyama le miraba fijamente, hablando calmado y con seriedad—. Yo puedo llevarme a Yamaguchi si eso te ayuda en algo.

A pesar de que Hinata no tomó ninguna decisión, el colocador le ofreció a Yamaguchi irse juntos. El chico al principio se había negado, constando que ya tenía en mente volver a casa con el rubio. Con la perfecta excusa de comprar algo de comer por el camino, Kageyama lo arrastró hasta fuera del gimnasio antes de que volviera a negarse. Ya le explicaría todo más a fondo por el camino.

El chico de las gafas no dudó en volver a mirar a Hinata con cierta repulsión. Se veía venir que todo esto estaba planeado con algún propósito, y la verdad es que no quería saber nada al respecto. El cuerpo de Hinata se paralizó por unos segundos cuando Tsukishima se quedó mirándolo, pero volvió a reaccionar por un escalofrío. El rubio se dirigía a la entrada.

—Yo me iré yendo ya —anunció a los mayores del club mientras sacaba sus audífonos.

—¡Yo también! —vociferó el más pequeño, caminando hacia el otro chico.

Tsukishima volvió a darle una de esas miradas de "ni se te ocurra seguirme", pero él ya había comprendido que de verdad había algo que necesitaban aclarar. Poniéndose sus zapatos con rapidez y despidiéndose de los demás con una sonrisa, corrió hacia el rubio que cada vez se alejaba más de él. Incluso pasó por alto su bicicleta y fue directamente a plantarse en frente de Tsukishima, quien miró hacia otro lado y trató de continuar su trayecto como si nada de eso hubiese ocurrido.

La oscuridad que crecía delataba la llegada de la noche. Hinata permaneció al lado del chico, intentando ordenar pensamientos —lo cual le fue inútil—, antes de hablar. Tal y como le había aconsejado Kageyama, lo mejor era soltarlo y ya.

—Hey, Tsukishima —el nombrado no le prestó atención—, ¿por casualidad nos hemos visto antes?

No obtuvo nada como respuesta, esta vez ni una mísera mirada. Tsukishima observaba el cielo o el suelo, absorto en la música que no llegaba más allá de sus audífonos. Hinata repitió su nombre una y otra vez, incluso moviéndose a su alrededor. La paciencia del chico se agotó cuando trató de quitarle los auriculares.

—¡¿Qué es lo que te pasa?! —exclamó, notablemente molesto por unos segundos— ¿No ves que no quiero hablar contigo?

—¡Pero estamos en el mismo club! ¡Y soy yo el que te ha hecho una pregunta! —rechistó de vuelta, buscando más razonar con él que comenzar una disputa— ¿Nos conocemos de antes?

Hinata, confundido, se señaló a sí mismo y después al otro chico. El rubio volvió a apartar su mirada, dando a entender una vez más que no tenía intención de responderle. Pero Hinata no se iba a rendir tan fácilmente, quién sabe lo que Kageyama le haría si seguía sin poder concentrarse durante los entrenamientos.

—¿Entonces nos hemos visto antes o no? Me da igual si piensas que estoy loco, pero siento que me estoy olvidando de algo muy importante...

Tsukishima se agachó, en parte para enfatizar su diferencia de estatura, y se quedó mirándolo, casi sin expresión alguna.

—Tsukishima Kei —respondió después de unos segundos— Me cambiaron de escuela durante los primeros años de primaria. Esta es mi segunda vez viviendo aquí —levantó la cabeza y acomodó sus gafas—. ¿Te parece eso suficiente? ¿Ya estás satisfecho?

El cuerpo de Hinata volvió a tardar en responder. ¿Por qué siempre le afectaban tanto sus acciones?

"Espera... ¡¿Kei?!"

—¡Espera, espera, espera! —volvió a colocarse delante del chico de un salto— ¿Entonces eres Kei? ¿El único que aceptaba jugar voleibol conmigo? ¿El que-

Tsukishima le interrumpió colocando una mano en su cara. Fue algo tan inesperado que hizo reír a Hinata, quien ya estaba sonriendo por encontrar su tan anhelada respuesta. Se quitó la mano de Tsukishima del rostro, pero no dejó de sujetarla, avergonzando aún más al rubio.

—¡Nunca pensé que volvería a verte! —Hinata no paraba de sonreírle y mirarle con brillo en los ojos— ¿Recuerdas cuando intentamos crear un club tan solo nosotros dos? ¿Y cuando te quedaste en mi casa y...?

—¿Y te measte en la cama porque "el dios del voleibol te había poseído"? —le volvió a interrumpir, ahora con una sonrisa— Sí, lo recuerdo perfectamente.

—¿Ah, sí? ¿Entonces supongo que también recuerdas cuando dijiste que querías ser mi novio?

La conversación llegó a un pequeño silencio por el comentario de Hinata, quien se había quedado con una pícara sonrisa en la cara. Dándose cuenta de lo que podría haber provocado, se apresuró a disculparse, pero Tsukishima volvió a adelantarse.

—Claro que lo recuerdo, idiota —su mano, que se había mantenido estática hasta el momento, sujetó la de Hinata—. Todavía sigo pensando lo mismo.

Las palabras de Hinata desaparecieron de su garganta. Tsukishima comenzó a caminar de manera casual, sin soltar su mano, como si no acabara de pronunciar palabras capaces de cambiar su mundo. Hinata, por reaccionar con lentitud, se habría quedado atrás de no ser por quien lo guiaba. Sentía el calor subirse a sus mejillas, contrastando con el frío de la noche.

—¡H-hey! —trató de rescatar el tema de conversación— ¿Qué se supone que estás diciendo? ¿No habías dicho que no querías ni hablarme?

Tsukishima solo rió. Ya había respondido suficientes preguntas, ahora tocaba vagar por aquella oscuridad con la molesta y preciada presencia que lo acompañaba.

Tsukihina Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora