Free Day - Third Year

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Se acabó. En el momento en el que el balón tocó el suelo y el marcador le añadió un punto más al equipo contrario, Tsukishima sintió el sudor que había intentado ignorar durante todo el partido. Ya había terminado para ellos. Tras tres años de entrenamientos e intentos, nunca pudieron alzarse con su equipo como ganadores de los nacionales. No se arrepentía del camino que había tomado, pero pudo ver su débil objetivo desvaneciéndose por completo. La voz de Yamaguchi en el fondo ya trataba de animar a los de primer año mientras Kei se quitaba las gafas y le echaba un último vistazo a la cancha y las gradas. Lo único que consiguió sacarlo de su pequeño trance fue el sonido que hizo Hinata al dejarse caer al suelo. Kei trató de acercarse a él y sentarse a su lado, pero el líder del equipo no tardó en levantarlos del todo y arrastrarlos con los demás para despedirse del público. La expresión de Hinata era difícil de descifrar, pero parecía ir mejorando con el paso del tiempo y los gritos de los espectadores, orgullosos del partido que acababan de presenciar. Ese era su último día con alas de cuervo.

—Creo que... tengo que ir al baño —pronunció Shōyo, con una diminuta y débil sonrisa.

—Yo también —avisó Tsukishima, con una toalla alrededor del cuello.

—¡Nos vemos en la entrada! —aclaró Yamaguchi mientras ambos se alejaban.

Apenas pudieron dirigirse la palabra el uno al otro mientras caminaban. Tsukishima miraba al más bajo con cierta curiosidad; su actitud lo confundía un poco y no sabía qué decirle sin revelar que le importaba. Cuando llegaron al baño, este estaba vacío. Era algo normal, pues varios partidos estaban comenzando justo ahora. Kei fue a lavarse la cara sin mucha rapidez, mientras que Hinata se encerró en uno de los váteres públicos. Secándose ahora con su toalla, Tsukishima se apoyó en el lavabo, con la mirada perdida mientras lo único que se escuchaban eran los ruidos de la cancha. 

"La cancha que no volveremos a pisar", pensó inconscientemente, justo antes de soltar un suspiro.

Unos pocos segundos fueron suficientes para que sus oídos percibieran el leve sollozo que provenía de los baños. Sabiendo que ellos dos eran los únicos que ahí estaban, su momentánea sorpresa no tardó en transformarse en preocupación. Conociendo lo apasionado del voleibol que era, probablemente continuaría con el deporte tras terminar la escuela, lo que hizo que a Tsukishima le costara más comprenderlo. Caminó hacia la puerta, dudó en tocar y acabó simplemente apoyándose en ella. Hinata enseguida notó su cercana presencia.

—¿Todo bien ahí dentro?

La pregunta de Tsukishima se quedó en el aire. Los gritos de la cancha se intensificaron por un momento pero, a pesar de eso, todavía escuchaba lo que pasaba dentro del baño. Su atención estaba tan enfocada en el otro chico que no se dio cuenta cuando este quitó el seguro de la puerta y por poco cae hacia atrás. Terminó de abrir la puerta, entró y, al ver a Hinata abrazando sus rodillas sobre la tapa del váter, la volvió a cerrar. Shoyo temía parecer un exagerado, así que intentó destensar su cuerpo al darse cuenta de que el rubio le estaba prestando atención. Volvió a pasar una mano por uno de sus ojos e intentó sonreír.

—Como es nuestro último año... Seguro piensas que me he puesto demasiado emocional.

Tsukishima se sentó en el suelo, sin dejar de mirarlo. Pensó que tal vez no estaban en el mejor lugar para ponerse a hablar pero, ¿quién sabría si podrían volver a estar así en un futuro? Kei le dejó su espacio y apoyó la espalda en la puerta. Hinata parecía estar a punto de rechistar, lo que le hizo apresurar sus palabras:

—Este ha sido nuestro último partido, ya vamos a terminar la escuela.

Lo que dijo sonó más cruel de lo que pretendía, y eso se reflejó en el rostro del contrario con bastante rapidez. La sencillez de esa tristeza le  hacía imposible odiarla, en parte porque la compartía. Hinata secó otra lágrima que se le había escapado.

—Yo... quiero seguir jugando con vosotros... —hablaba con firmeza, pero Tsukishima supo entrever la duda al intentar expresar lo que pensaba— Llevamos tres años juntos y no quiero que nos separemos por dejar de jugar al voleibol —volvió a encogerse en su sitio—. Sois importantes para mí, ¡eres muy importante para mí!

Había vuelto a esconder la cara entre sus piernas y brazos, como buscando crearse una zona de confort en medio del bullicio del lugar y su mente. Tsukishima se levantó y puso una mano en su pelo, dando leves y lentas palmaditas.

—Es algo estúpido, ¿verdad? —se atrevió a preguntar el más bajo, un tanto avergonzado por todo lo que estaba pasando.

Kei dobló sus rodillas, teniendo así su rostro casi a la misma altura que el de Hinata. Cuando este volvió a levantar la cabeza, la mano de Kei pasó del pelo hasta una de sus mejillas, limpiando lágrimas incluso. Las palabras se le atoraban en la garganta y un raro silencio creció entre ellos. Rindiéndose ante sus pensamientos y los vivos y curiosos ojos del más bajo, se empujó mentalmente a sí mismo para comenzar a hablar:

—Tonto, no estás solo. No te hemos soportado todos estos años para irnos como si nada, todos te quieren.

Hinata tomó la mano con la que Tsukishima había permanecido rozando su piel. La sujetó con sus dos manos, ahora con el rostro más alegre, más vívido. Mientras Kei no sabía cómo reaccionar, Shōyo sacó a la luz todos sus desordenados pensamientos.

—¡Pero, lo que quiero decir...! —colocó la mano de Tsukishima sobre su pecho, sintiendo su loco corazón, como si eso le fuera a ayudar en algo— ¡No me agrada la idea de vivir sin ti! ¡Tú me gustas!

La expresión de Tsukishima cambiaba a medida que el sus mejillas se sonrojaban, nervioso por lo que acababa de escuchar. No se atrevía a mover su mano y arriesgarse a alejarla del corazón del contrario.

—Si tanto quieres a alguien, ¿por qué no te buscas una novia y ya? —el miedo le nubló— ¿Por qué yo?

Hinata movió la mano del rubio con delicadeza, casi como si fuera una flor. La miró, sonriendo, y entrelazó sus dedos con los suyos, acción que Tsukishima repitió con cierta vagueza sin darse cuenta. Shōyo le volvió a mirar a los ojos.

—Tú eres a quien quiero.

Kei mantuvo la mirada por unos segundos, pero no tardó en llevarse la toalla al rostro de la vergüenza. Pensando que tal vez había hecho algo malo, Hinata intentó soltar su mano, pero el propio Tsukishima se lo impidió. Cuando se quitó la toalla de encima la pasó por su rostro, como intentando disimular que había soltado algunas lágrimas. Sus ojos fueran de sus manos a Hinata, todavía con la idea de que tal vez nada de eso era real.

—Yo también te quiero —soltó, conciso, temiendo que no fuera suficiente para aclararlo todo.

Los ojos de Shōyo cambiaron una vez más antes de prácticamente saltar hacia él. Como la puerta estaba cerrada, la espalda de Tsukishima chocó contra ella, razón por la que Hinata pidió perdón decenas de veces.  Antes de salir del baño y volver con los demás, Kei besó la frente del más bajo.

—¡Hey, chicos! ¿Qué ha pasado? —se preocupó Yamaguchi al ver a Kei con una mano en la espalda, un tanto dolorido.

—Cosas —respondió con seriedad, dirigiendo una pequeña mirada hacia Hinata.

—¡Ya dije que lo siento!

Tsukihina Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora