VEINTIOCHO

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Espero a que llegue la muerte.

Existe la posibilidad de que cuando muera, regrese a mi forma de tritón. El cadáver de la poderosa Perdición de los Príncipes atrapado dentro de un barco pirata. Quizás, un barco hundido. Donde nadie más que mi especie me encontrará. Mi madre incluso podrá fingir que está de luto por la pérdida de su heredero, o tan sólo ordenarle al Devorador de Carne que la ayude a hacer uno nuevo.

Estoy sintiendo un poco de lástima por mí mismo cuando Kim Hongjoong irrumpe a través de la puerta. Sus ojos recorren la cabina fría y vacía, y arranca una tabla de madera, que hace las veces de estante en la pared; sus clavos oxidados se rompen con la fuerza.

Sus pantalones están manchados de sangre ahí en donde entró el cuchillo de Christopher. A través de la rasgadura veo gruesos puntos negros que entrecruzan su piel. Un trabajo apresurado que parece haber funcionado. El cuchillo de Chris no alcanzó ninguna arteria.

Sus nudillos están en carne viva, con rayas rosas. Cruza la habitación cojeando. Ve la viga rota donde estaba Christopher amarrado y gruñe y patea los pedazos hacia mí.

No me altero.

—¿Dónde está? —ladra.

Cruzo una pierna sobre la otra y me encojo de hombros con indiferencia.

—Tendrás que ser un poco más específico.

En dos zancadas, cruza la habitación y envuelve sus gruesas manos alrededor de mi cuello. Me levanta y gruñe.

—Dime en dónde está —sisea—, o romperé tu lindo y pequeño cuello.

El peso de sus manos alrededor de mi garganta me recuerda el estrangulamiento de mi madre. Quiero toser y hablar, pero no hay suficiente aire. Hay una furia sin medida en mis venas, empujando y tirando en mi interior hasta que todo lo que queda es un pozo profundo de odio.

Tuerzo mis labios en una mueca de disgusto.

—Pareces molesto —digo.

Me quita las manos.

—Están destrozando mi nave —murmura—. Cuando encuentre a ese bastardo, no hay palabras para nombrar lo que haré. Él ha declarado la guerra.

—Yo creo que lo hiciste tú cuando atacaste al príncipe de Midas y lo tomaste como prisionero. Si crees que esto es malo, imagina todo el poder del ejército dorado dedicado a perseguirte.

Él entorna los ojos.

—¿Cómo nombran al ataque a un miembro de una de las familias reales? Ah, sí —mi sonrisa podría atravesar su carne—. Traición a la Humanidad. ¿Siguen aplicando el ahogamiento para pagar por ello?

Su quijada cae ante la mención de eso.

El último castigo sucedió mucho antes de mi tiempo, pero las sirenas y los tritones todavía lo relatan. Algunos humanos tomaron las armas contra la realeza y rompieron el pacto de paz entre los reinos. Fueron anclados en el océano y abandonados a mi especie. Pero ninguno de nosotros atacó. En cambio, observaron cómo los traidores perdían el aliento y asían sus gargantas. Luego, en el momento final, se acercaron para que los humanos pudieran ahogarse en el terror. Según mi madre, fue sólo hasta que los corazones de los humanos bombearon por última vez que los arrancaron de sus pechos.

Por la expresión en su rostro, ha escuchado las mismas historias de pesadilla.

Dibuja su espada en un arco torpe y presiona la hoja contra mi mejilla.

—¿Qué te importa? —susurra—. Te dejó aquí, ¿cierto?

Lo dice como si debiera sentirme traicionado, pero nada en la acusación me hace mella. Christopher se fue porque le dije que se fuera, y se habría quedado si yo se lo hubiera pedido. Habría muerto, tal vez, si yo se lo hubiera permitido. Pero no lo hice. Recuperé una pequeña parte de mí mismo que ya había olvidado que existía, una parte que estaba seguro de que mi madre había destruido, y lo dejé ir.

mar adentro 「chanlix」 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora