TREINTA Y TRES

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El agua es casi hielo para cuando el Saad atraca. El frío tiene una presencia fiel aquí, y con el crepúsculo acercándose rápidamente, el aire parece casi congelado ante la inminente ausencia de sol. A pesar de todo, es tan brillante como si fuera de mañana. El espejo del cielo congelado contra el agua blanca, salpicada de crestas de hielo y nieve, conforma un reino hermosamente vacío de oscuridad. Ni siquiera en medio de la noche el cielo se oscurece más allá de un azul moteado, y el suelo mismo actúa como una luz para guiar el camino.

Nieve, reflejando el oropel eterno de las estrellas.

Págos.

Siento el latido del collar contra mi corazón mientras pisamos la nieve. Por fin, el cristal está al alcance. Tengo la llave y el mapa para navegar por la ruta, y lo único que falta es que Felix me cuente los secretos del ritual.

El aire se siente helado sobre mi piel, y aunque mis manos están envueltas en gruesos guantes, meto mis puños en los bolsillos. El viento penetra aquí a través de cada capa, incluida la piel. Estoy vestido con un abrigo de piel tan grueso que es difícil caminar. Me obliga a ir más lento de lo que me gustaría, y aunque sé que no hay ninguna amenaza inminente de ataque, me disgusta no estar preparado en caso de que se presentara alguno. Esto me hace temblar todavía más de lo que podría hacerlo el frío.

Cuando me vuelvo hacia Felix, las puntas de su cabello están blancas de escarcha.

—Trata de no respirar —le digo—. El aliento podría quedarse atrapado a la mitad de su camino.

Levanta su capucha.

—Deberías guardar silencio entonces —responde—. Nadie quiere que tus palabras sean preservadas por la eternidad.

—En realidad, son perlas de sabiduría.

Apenas puedo ver sus ojos bajo la masa de pelo oscuro de su abrigo, pero la curva de su sonrisa sin alegría siempre está presente. Se regodea en una diversión planeada mientras considera qué decir a continuación. Listo para dar el próximo golpe.

Jala una línea de hielo de su cabello, artísticamente indiferente.

—Si eso es lo que valen las perlas en estos días, me aseguraré de invertir en diamantes.

—O en oro —le digo con aire de suficiencia—. Escuché que vale su peso.

Hyunjin sacude la nieve de su espada y se burla.

—En el momento que ustedes dos quieran dejar de hacerme sentir náuseas, adelante.

—¿Estás celoso porque yo no estoy coqueteando contigo? —le pregunta Seungmin, mientras calienta su dedo en el mecanismo de disparo de su arma.

—No necesito que coquetees conmigo —dice—. Ya sé que me encuentras irresistible.

Seungmin vuelve a enfundar su arma.

—En realidad, es bastante fácil resistirse a ti cuando estás vestido de esa manera.

Hyunjin mira el brillante abrigo rojo que se ajusta perfectamente a su esbelto cuerpo. El cuello de piel se abraza contra su mandíbula y cubre la parte baja de sus orejas, ocultando su propio cuello. Le lanza a Seungmin una sonrisa.

—¿Lo dices porque crees que me veo más sexy sin vestir nada?

Hyunwoo deja escapar un suspiro fulminante y se pellizca el puente de la nariz. No estoy seguro de si es por las horas que llevamos sin comer o por la imposibilidad de usar pantalones cortos en este frío penetrante, pero su paciencia parece desgastarse.

—Podría jurar que estoy en una misión de vida o muerte con un montón de niños lujuriosos —dice—. Antes de que me dé cuenta, muchos de ustedes estarán escribiendo notas de amor en botellas de ron.

mar adentro 「chanlix」 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora