Capítulo 13: SOBRENATURAL [Editado]

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El coche se tambaleo, pero logró encontrar estabilidad justo a tiempo, quedando a escasos centímetros del tronco de un frondoso y majestuoso Laurel, mientras una gélida brisa se infiltraba a través de la baja ventanilla de Yannis, trayendo consigo la embriagadora fragancia que desprendían las hojas del mismo.

Tenía la respiración entrecortada y el corazón me palpitaba a mil.  Lleve una de mis manos hacia la parte lateral de mi frente, sintiendo como un líquido cálido descendía y se resbalaba a través de mi mejilla. Deslice la yema de mis dedos y los coloque a la altura de mis ojos: se trataba de sangre. Ladeé la cabeza hacia la izquierda, y reparé en Yannis, quien aún permanecía inmóvil, aferrándose al volante y con la mirada puesta en el mismo, poseía una leve cortadura en la zona frontal de la frente y otra en el labio inferior, donde un ligero hilo de sangre procedía desde el mismo.

— ¿Te…encuentras bien? –mascullé, clavando la mirada en el parabrisas que permanecía cubierto por una fina capa blanquecina, al igual que las restantes ventanillas del coche. Yannis separo sus manos del volante, apretó los puños y comenzó a golpear el mismo con cierto ímpetu, mientras trataba de que las lagrimas se estancaran en sus ojos. Me sentía impotente y lo que más deseaba en ese momento, era que las compactas agujas del reloj, retrocedan.  —No fue tu culpa. –dije y coloqué una de mis manos sobre su hombro, dándole un suave apretón. Ella asintió con un movimiento de cabeza y se dejó caer sobre el respaldo de su asiento, limpiándose la herida de su labio inferior, con el dorso de la mano.

— ¿Y ahora qué? –replicó, observándome por el rabillo del ojo.

Entrecerré los ojos tratando de divisar a través del empañado parabrisas y la infinita oscuridad. Era un paisaje realmente tétrico: los numerosos árboles y altos pastizales, rodeados por las penumbras de la noche; el gran manto nocturo carecía de estrellas y los nubarrones conspiraban en contra de la Luna, opacándola y cubriéndola.

—Debemos pedir ayuda. –argumenté, encogiéndome de hombros, mientras sentía como el pulso se me aceleraba cada vez más y las manos me sudan frío. Yannis hizo una mueca y se volvió completamente hacia mí:

— ¡¿Tú crees que me arriesgaré a que mi padre se enteré que asesiné a un sujeto?! –espetó mi amiga con vehemencia. — ¡Hannia, hemos matado a un hombre! ¿Comprendes la gravedad del asunto? –Se hizo un silencio en el que ninguna dijo nada. Yannis golpeó el volante, de nuevo y en uno de esos tantos golpes, hizo sonar la bocina del coche. Suspiré y me decidí a salir del vehículo, necesitaba comprobar si el sujeto realmente había fallecido y de lo contrario, intentar socorrerlo. No obstante, Yannis colocó una de sus manos, sobre mi muñeca, impidiendo que abriera la puerta. — ¿A dónde crees que vas? –cuestionó.

— A verificar si aún sigue con vida. –expliqué, tangente.  

—Hannia, tú sentiste el golpe… No creo que haya sobrevivido a un impacto como ese. –contraatacó.  Suspiró y me mantuvo la mirada. —Escucha… lo lamento, creo que actué por impulso. Ya sabes, estoy asustada, y no digo que tú no lo estés… Solo compréndeme, necesitamos tratar de analizar la situación.

—Eso no garantiza nada, puede que en este instante se encuentre retorciéndose de dolor… pero vivo. –manifesté. Yannis suspiró y se limpió con el dorso de su mano derecha, el hilo de sangre que volvía a escaparse desde su labio inferior, de nuevo. — ¿Qué más podemos hacer? ¿Dejar que muera? ¿Llamar a las autoridades? Y no creo que ninguna sea una opción.

Yannis colocó los codos sobre el volante, y dejó descansar la cabeza sobre sus manos.

—Tú ganas.–dijo, se volvió hacia el asiento trasero de su camioneta y tanteó una especie de  pequeño baúl que permanecía sobre el mismo. Lo colocó sobre su regazo, lo abrió, tomó una vieja linterna oxidada y la encendió, comprobando que aún funcionaba. Su luz era tenue, pero de igual manera era algo. Cerró el baúl y lo colocó donde se encontraba segundos atrás. Abrió el maletín delantero y tomó una segunda linterna, ésta era menos antigua y poseía una luz potente. Enmarqué una ceja, y ella sonrió. — ¿Acaso creías que te dejaría ir sola? Estamos juntas en esto.

Almas Oscuras: ángeles y demonios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora