Capítulo 7 (Final)

6.4K 558 101
                                    

Ya pasaron 60 años desde que nos conocimos, desde que me enamoré perdidamente de ti. Y hace un año desde que partiste y no veo tu sonrisa. Quería que vieras los campos dorados en el otoño que ya está llegando, ¿cómo no podía venir? Sería nuestra quincuagésima sétima luna de miel, ¿cómo no podía venir?

Los niños no quería que viniera sola, pero este siempre fue nuestro viaje. Nuestro momento.

Estaba recordando aquellos días… Cuando los niños tenían meses y llegaste a casa con dos conejitos, diciendo que crecerían con nuestros bebés. También me acordé de la tristeza de cundo la Sra. Nugget murió y tuvimos que explicarles a ellos que un día la muerte llegaría para todos y luego una semana después, por tanta tristeza y nostalgia de su amada, fue el turno del Sr. Billy.

Le prometiste a nuestra niña que viviría para siempre y que estaría con ella todos los días, preparando panqueques con sonrisas solo para verla sonreír. Y de la forma en cómo me sujetaste esa noche y susurraste en mi oído que entendías a Billy, ya que no aguantarías vivir sabiendo que yo ya no estaba más en el mismo lugar que tú.

Recuerdo cuando me asusté por tener arrugas y dejaste salir esa ronca carcajada, diciendo que estaba más hermosa que cuando tenía 23 años. Luego, me llevaste fuera de la casa diciendo que necesitábamos tomar un baño en la lluvia, pero había un problema. No estaba lloviendo, así que lo que hiciste fue poner a funcionar el sistema de riego del jardín y nos hiciste jugar todo el día en el pasto, y me sentí como una adolescente en tus brazos.

Mis manos están callosas y arrugadas por el tiempo, tiempo que pasamos juntas. Por 23 años de mi vida no supe lo que era estar viva de verdad y luego apareciste y me hiciste vivir por hermosos 60 años y después te llevaste mi vida contigo una vez más.

Extraño tu voz, tu tonta sonrisa y el brillo de tus ojos.

Los niños tienen miedo de que yo no aguante por más tiempo, pero ellos no entienden lo que nosotras teníamos.

Paseé por París antes de venir a nuestro escondite. Recuerdas aquel café? Demolieron esa cuadra y en lugar construyeron un hotel enorme. Te gustaban tanto esas librerías y aquel aire lleno de romance y cultura.

Puedo sentir la cicatriz en mi tobillo dolor a veces, me cuidaste también todos estos años. Aun puedo sentir el último beso que me diste… ese beso de buenas noches tan demorado en mi mejilla y la forma como nuestras piernas se tocaron.

No sabía que ese sería nuestro último adiós, pero siempre decías que un día tendríamos nuestro hasta luego más demorado que una simple noche.

Aquella mañana, cuando desperté y no te movías. Simplemente supe lo que había ocurrido. Parecías tan serena y tranquila como siempre, que podía jurar que estabas solamente pensando con los ojos cerrados como acostumbrabas a hacerlo.

Dejé un beso en tu piel helada y acaricié cuidadosamente tu cabello que un día fue negro, quise cuidarte hasta el último segundo que pude.

Mi casa. Mi casa siempre fueron tus brazos y la seguridad que ellos me ofrecían. Fuiste mi fortaleza y mi felicidad, te llevaste mi sonrisa contigo esa mañana.

Perdonaste todos mis ataques, todas mis escenas, mi falta de tiempo, nuestras discusiones por cualquier motivo. No hubo una sola vez que haya pensado separarme de ti… Porque siempre supe que al final, seriamos tan solo tú y yo y no importaría nada más.

¿Recuerdas, aquel día que te corrí de la habitación y saliste de casa diciendo que jamás regresarías?

Te encontré durmiendo en el patio trasero, negándote a entrar hasta yo te diera un beso y olvidara todo lo que habíamos dicho y nunca más correrte de la habitación.

Fue la última vez que hice eso. Podíamos discutir todo el tiempo, pero siempre dormirías a mi lado y aun molesta, te abrazaría y respiraría tu olor.

Ahora sin ti, siento la edad pesar en mis hombros cansados. Ya no tengo tanto ánimo de hacer lo que tengo que hacer,  estoy como Billy… Muriendo por la nostalgia que siento de ti. Estoy en Toscana, nuestro lugar, nuestro escondite.

Siento que tal vez es aquí en donde te veré nuevamente y estoy lista para eso, estoy lista para ir a casa.

Viví y amé todo lo que tenía para vivir y amar en esta vida. Ahora solo quiero ir a casa, quiero ir a casa contigo. ¿Eso es pedir mucho?

Mi cuerpo está pesado y puedo sentir mi respiración desacelerar, mientras el sol se va poniendo detrás de las colinas. Amabas ver el atardecer y, siempre que podías, me hacías dejar lo que estaba haciendo para estar contigo en ese momento.

¿Estos son mis últimos momentos? Siempre me pregunté cómo sería morir. Si existiría esa luz brillante. Si simplemente despertaría a los pies de un inmenso portón de hierro en unas grandes e inmensas nubes. Si habría un campo verde con personas conversando. Si estaría sola. Si estarías conmigo.

La caliente y suave mano se posó en mi hombro y supe que no estaría sola, estaría yendo a casa.

Encontré tus ojos verdes y fue como si los estuviera viendo por primera vez… Aquel choque bajando por mi columna inundando todo mi cuerpo, tu encantadora sonrisa y la mano que me ofrecías. Era como si no hubiera pasado ni un solo segundo desde año nuevo, tu cabello negro, la piel, era todo exactamente como lo recordaba.

-Señorita Cabello. –escuché tu voz pronunciar mientras me levantabas.

-Doctora Jauregui. –Murmuré con mi voz ahogada.

Y entonces escuché tu risa y tus brazos rodearon mi cuerpo, llevando más cerca de ti y fue entonces cuando me di cuenta que estaba joven de nuevo, como siempre me hiciste sentir. Fuiste tomándome de la mano con esa sonrisa, alejándome de la cabaña, pero no aguanté la curiosidad y acabé mirando hacia atrás, allá estaba mi cuerpo mundano. Envejecido por el tiempo. Estaba reposado en la silla con el caliente cobertor sobre las piernas, el cabello blanco y los ojos castaños protegidos por los parpados cerrados.

Lauren le sonrió a mi imagen, besó la mano que sujetaba antes de alejarse de mi versión antigua. La doctora besó la frente de mi cuerpo inerte, murmuró en su oído lo que pude escuchar perfectamente susurrado en el mío, como si  estuviera ahí a mi lado.

-Buenas noches, mi amor. Nuestro hasta luego demoró, pero ahora no necesitaré despedirme más. –Una risa débil.- Descansa.

Entonces te volviste hacia mí y sentí una vez más que lo podía todo. Apenas por tenerte a mi lado, me moverías, me escucharías. Tus brazos me abrazarían muy fuerte y finalmente pude llenar mis pulmones con tu aroma una vez más. Era como si mi corazón, que debía estar detenido… Volvió a latir desesperadamente.

Y aun estando muerta me hiciste vivir.

Fin.

Viver (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora