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NA. Algo diferente y nuevo para mi estilo y gusto.

Esto me hizo sentir rara. Me siento enferma. O tal vez solo muy triste. Como sea, me destruyó escribir cada línea, y es un asco, con capítulos cortos y apresurados. Todo es precipitado y no le puse trasfondo, y sin embargo, todavía siento mucho dolor.

(Desviado del canon,Sakumo sigue vivo, Kakashi no tiene el ojo de Obito, entre otras cosas.)

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Kakashi está cansado de eso. De los gritos, de la forma en la que todo se veía, del polvo y también del pardo tono gris del cabello de su padre.

Él está ahí de nuevo, con la cabeza ligeramente inclinada y las manchas oscuras debajo de sus ojos. Parece que no ha dormido en días y el nauseabundo olor a alcohol le pica la nariz en el mismo grado que lo hace la mugre.

Sakumo empuja la puerta y se asoma por la rendija, sus ojos rojos y llorosos lo miran unos momentos en súplica, pero Kakashi odia esa cara de autocompasión y lástima, le da náuseas.

— Kakashi... — su voz también le da náuseas, todo sobre él, todo sobre los dos, o sobre todo.

Sakumo sigue hablando, con el pie en la puerta y con las manos temblorosas como un maldito cobarde. Kakashi apenas escucha algo sobre las palabras que le dice y en cambio mueve las páginas de su libro.

Sakumo cierra la boca con un fuerte ruido. Hay costillas asomándose en su pecho y Kakashi decide que es demasiado desagradable que ahora ni siquiera lleve ropa puesta, pero no dice nada, en realidad nunca dice nada.

Es mejor así, piensa. Llevaban días sin hablarse y sin verse, y esa soledad mutua era mejor que sus intentos de conversación.

Nunca habían sido cercanos antes, no más allá de los saludos formales y charlas casuales que habían funcionado bien por años hasta que su madre murió hace no mucho.

Entonces Sakumo había intentado hablar con él, había intentado tomar una actitud responsable que luego de tanto tiempo parecía simplemente ridículo considerando que no había sido un padre, mucho menos un buen padre.

Y Sakumo se había parado delante de Kakashi y le había gritado como si el muy bastardo tuviera derecho. ¿Quién se creía Sakumo para intentar mandar y regañar ahora a Kakashi cuando él era un maldito cobarde sin misiones ni trabajo?

— ¿Podemos hablar?

— No — Kakashi cierra su libro, no estaba leyendo nada pero no quería los discursos de Sakumo, y definitivamente no su asquerosa cara.

— Eres mi hijo, Kakashi, no te pido demasiado, por lo menos escucha lo que tengo que decir y...

— Déjame en paz, ¿quieres? — Kakashi lanza el libro a la puerta, golpeando la madera.

Kakashi odia sus días libres, los odia como odiaba el hecho de que todos los días fueran libres para Sakumo ahora, lo que significaba que los dos terminarían encerrados en la misma casa llenos de miradas incómodas y silencios hostiles.

Si tenía algo de suerte, Sakumo no saldría de la habitación, solo se quedaría encerrado y llorando, bebiendo hasta que no se entendiera más que vómito y Kakashi casi deseara que se ahogue con él.

— Kakashi, ¡soy tu padre y...! — Kakashi rodó los ojos, exasperado.

Extrañaba a mamá, extrañaba la manera en la que Sakumo solo llegaba en la noche y le acariciaba la cabeza, y luego se quedaban en silencio frente al televisor. Entonces no necesitaban hablar, no necesitaban nada de eso porque la tenían a ella y porque eso era mucho mejor que ellos dos.

Alma y corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora