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Se observó con curiosidad en el espejo del baño. Las manchas en sus ojos estaban negras, y los pequeños bordes resecos en sus labios que sangraban últimamente estaban destrozados.

Se veía más delgado de lo habitual, como una mierda, y se recargó en la pared lamosa mientras masticaba sus propios dedos con ansiedad.

Estaba destrozado, todo él, y las pastillas que llevaba en la bolsa de su pantalón pesaban como toda una vida.

Podía escuchar ruidos afuera, pasos, pero Sakumo no estaba ahí, por lo que en realidad no existían. Suspiró contra la barda, con los muslos temblando y la sensación hizo que Kakashi se muriera de frío.

Tal vez si prendía una vela... o una cortina... quizá habría algo más de luz y también un poco de calor.

Rodó los ojos por los azulejos viejos y se detuvo en el bote de basura lleno y desparramado, con papeles sucios de excremento y sangre, porque Sakumo últimamente había estado tosiendo flemas sanguinolentas.

Kakashi piensa apenas en eso, porque Sakumo había intentado decir algo de forma tranquila (fallando miserablemente) y Kakashi respondió de forma tan brusca que dejó de hablarle por unos días.

De todos modos, no le importaba. Que se joda. De forma literal y en sentido figurado. Que se joda. Que se jodan ambos. Podría colgarse en cualquier momento que quisiera, o apuñalarse, y todavía se reiría de él.

Camina hasta el excusado con pasos temblorosos, mirando la taza que luce como una maldita porquería repugnante, y luego saca las pastillas de su pantalón con la intención de tirarlas en el hoyo.

La mano le tiembla cuando las saca del frasco y siente un golpe de crisis cuando las mira en sus dedos.

Sus pies se agitan debajo de su eje y Kakashi vuelve a morder lo que le queda de uñas.

No, no puede. Ha estado drogándose en secreto por meses, algunos días, entre sesiones, mientras Gai no está pegado a su ventana y cuando Sakumo se queda dormido en la puerta de su habitación.

Había saltado por el techo, él fue de nuevo a ese callejón y compró el maldito frasco de pastillas viola-fácil, porque eran baratas y lo hacían sentir bien rápidamente. Lo hizo con el cuerpo apretado mientras el tipo que lo hacía sostenía una inyección contra sus venas hinchadas y negras.

El recuerdo le duele a Kakashi porque su propio brazo se está ennegreciendo y había estado inhalando cocaína sobre él otra vez.

Finalmente deja caer las primeras pastillas y las ve hundirse en el agua, lejos, y es demasiado asqueroso que lo hace fruncir y sentir un golpe en el estómago, como una vieja paliza.

Vuelve a su reflejo cuando el frasco queda vacío y se rasca la nariz por sobre la máscara, sorbiendo, sintiendo los restos de polvo ahí, preocupado todavía por su sabor extraño.

— Es suficiente — abrió la llave del lavabo y comenzó a mojar su rostro con el agua sucia y fría, salpicándose la frente.

El mundo dio una vuelta. Colores y sonidos, humo, bocanadas inmensas de tierra oscura. Fantasías y falsedad.

Pestañeó contra su reflejo y sintió un nudo en la garganta cuando encontró esa mirada hueca y vacía, no se veía diferente al cadáver del tipo que había quedado en el piso, tieso por la sobredosis. Fracaso y tristeza, abandono, no había un solo signo de placer.

¿Qué había esperado de todos modos? Había estado viviendo en un mundo de fantasías donde podía salir del callejón, donde podía ser mejor y cambiar, donde podía caminar en la calle con Gai sin que la gente les gritara que eran unos malditos maricones cada dos pasos.

Alma y corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora