Harry prácticamente se lanzó del taxi. No esperó a que se detuviera por completo para abrir la puerta, le pagó atropelladamente y bajó.
Se adentró al edificio con paso rápido, ni saludó al portero. En el ascensor evitó su reflejo en el espejo, sabía que era idiota, pero lo hizo de todas formas. Se acomodó el cabello y suspiró, largo y pesado, hasta que llegó a su piso.
Abrió la puerta, suponiendo que sus amigos estarían allí, pero no estaban.
Vio su departamento, no sabía si se sentía frío y solo porque sí o porque se sentía terriblemente mal. Cerró la puerta detrás de sí, y se quedó en el umbral viéndolo.
Había tazas de café y té seco sobre la gran mayoría de las superficies planas, libros amontonados en el sofá y la mesa de centro, aquellos que empezaba y no terminaba. Su ejemplar de "cumbres borrascosas" y "el gran Gatsby" estaban siempre al lado de su cama, y no contaba las veces que los había leído. Fue hasta su habitación, y se quedó con la espalda pegada a la puerta. Su botella de agua estaba por la mitad, descansando sobre la mesa de noche. El escritorio estaba repleto de cd's, lápices, crayones, los esmaltes para uñas que siempre usaba (siempre los mismos tres colores), y un montón de libros con tapa gastada y páginas amarillentas que había heredado de su abuelo paterno.
Su madre lo había acostumbrado a leer, y la tarde perfecta para ellos era estar todo un día en la librería, hojeando libros juntos. Los padres de su padre se habían separado hacía ya años; de su abuelo biológico, había heredado los libros. Del actual esposo de su abuela, los cassettes. Fue nuevamente hasta la sala, donde tenía el viejo reproductor de su abuelo en una de las estanterías, y puso el que siempre escuchaba.
"Es música tranquilizadora." Recordó las palabras de su abuelo. "Me lo dio un taxista una vez. Esa música, cuando la pones, te ayuda con los problemas. Hazme caso."
Sonrió, aunque sentía las lágrimas aproximarse, y se pasó la mano por el pelo.
Mientras la música de su abuelo lo ayudaba, se sentó en el sofá. Recordó lo mucho que lo aterraba que su abuelo no estuviese, pero llegó un momento en el que estuvo en paz con la idea. Era el ciclo de la vida, y entre más lo aceptaba, menos dolía.
Se quedó penando. ¿Cuántas tazas de café había tomado para calmar la ansiedad? ¿Cuántas canciones tristes había oído para poder llorar? ¿De cuántas personas se había encariñado estúpida y apresuradamente para tratar de apartar la idea de que estaba totalmente solo, de que no era suficiente, de que nunca nadie iba a volver a quererlo?
Cerró los ojos con fuerza, no quería permitirse llorar.
"Es estúpido." Pensó, levantándose. Fue hasta su habitación y se quitó la ropa, para meterse a la ducha. "Es una idiotez. Nadie puede encapricharse tan rápido. Nadie debería encaprichase tan rápido."
Un día se convirtió en dos, luego en una semana, luego en tres.
Harry tenía días sin usar su celular, ni siquiera sabía dónde estaba. Tenía un cassette puesto en el reproductor desde que se levantaba hasta que se acostaba. Había hecho un montón de dibujos de líneas desordenadas en los que se divisaban dos cuerpos, o dos bocas, o dos manos. Un montón de camisetas negras se amontonaban, arrugadas, en su habitación. Más y más tazas de café seco, su botella de agua la rellenaba cada dos horas.
Había puesto luces de navidad, pues le dolía la cabeza, todo el tiempo, incluso con los anteojos puestos. La luz de su laptop cuando escribía lo mataba. La mayoría del tiempo las luces principales estaban apagadas y el departamento se iluminaba con la luz que entraba por las ventanas, o las luces de navidad cuando era muy tarde. Cada día sus duchas eran más largas, cada día pasaba más tiempo en su habitación.
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『 two ghosts ; larry 』
FanfictionDonde Harry es un escritor sin inspiración y Louis es un modelo cansado de no ser él mismo. © vanessa márquez g.