VI

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- ¿Hasta cuándo vamos a permanecer en casa del inspector Nakamori? - preguntó Shinichi.

Se hallaba sentado en el sofá del salón junto a Kaito. Este se había tumbado todo lo largo que era sobre uno de los cojines, en una postura panza arriba, y se hallaba con los ojos cerrados. 

- ¿Por qué la pregunta? - le respondió el mago con voz perezosa - ¿Acaso no te sientes cómodo con los mimos que nos está dando Aoko?

-No es eso... - Shinichi debía admitir que la hija del inspector Nakamori era muy dulce y gentil, y que realmente se hallaba agusto en aquella casa. 

Tras preparar los accesorios necesarios, Aoko les había llevado al cuarto de baño que se hallaba en la planta baja para poder usar la bañera. Con manos suaves y palabras tranquilizadoras, había procedido a mojarlos y enjabonarlos bien, ya que traían mucha porquería encima tras todas sus aventuras por las calles de Tokio. Kaito se metió de lleno en el papel de gato juguetón, y empezó a salpicar y a hacer una guerra de agua. En un principio Aoko le había dicho que se estuviera quieto, pero al final las risas sustituyeron a cualquier otro pensamiento, y los 3 se habían enzarzado en un auténtico combate acuático, empapando todo, de modo que el baño había terminado hecho un desastre.

Tras secarse ella bien, y secarlos a ellos hasta dejarlos tan esponjosos como un peluche, Aoko había observado la cojera que presentaba Shinichi cuando andaba, y tomando su botiquín de prácticas de la facultad, había tumbado al gatito en el sofá del cuarto de estar para proceder a hacerle una pequeña cura.

- No te preocupes Shin-chan... No soy veterinaria, pero al menos con lo que nos enseñan en la facultad, puedo hacerte un vendaje que te ayude hasta que veamos a uno, ¿confías en mí?

- Prrrmaauu...

- Lo tomaré como un sí, gracias - le había dicho la chica con una sonrisa tierna.

Shinichi observó su ahora pata vendada, y se giró hacia Aoko, que se hallaba en la cocina cantando una cancioncilla y recogiendo los útiles que había usado para preparar la cena.

- No es que no esté cómodo... la hija del inspector es realmente amable... Es que tengo la sensación de que ya no tienes tanta prisa por volver a ser humano...

Al oír aquello, Kaito abrió los ojos, y girando sobre su costado se volvió hacia Shinichi.

- No te confundas, Kudo, tengo las mismas ganas que tú de recuperar mi verdadero cuerpo. Tranquilo, tengo un plan. Aoko enseguida se preparará para acostarse. Es una dormilona, caerá en cuanto toque la almohada. Ni una explosión la despertará, y será el momento que nosotros aprovecharemos para marcharnos. 

- ¿Y no se preocupara después, al no encontrarnos?

- Seguramente, pero yo me encargo de eso. Sé cómo manejar la situación... siempre lo he hecho...

Shinichi se percató del deje de amargura que había latente en las palabras de Kaito. Quería preguntar, quería saber la historia que tenían aquellos dos además de ser amigos desde niños, pues algo le decía que no era demasiado diferente de la suya... Pero antes de que pudiera decir nada, la puerta de entrada se abrió, sobresaltandole, y hasta ellos llegó una voz masculina. No pasó mucho tiempo hasta que la figura del inspector Nakamori se recortó en el marco de la puerta. 

- ¡Papá! ¿Te parece que estas son horas de llegar? - le regañó Aoko, mientras apoyaba las manos en la cadera. 

- Ya ya, Aoko... - murmuró Nakamori, mientras se quitaba la chaqueta y aflojaba la corbata - No es necesario que te enojes, estaba terminando el informe sobre ese asunto del hallazgo de las ropas de Kid...

Un Problema Peludo y MulliditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora