Enamorada de un demonio - SpardaxEva

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Por las calles vagaba un demonio con forma humana, su cabello blanco llevado hacia atrás, tez blanca como la misma leche, ojos celestes pálidos, alto de hombros hanchos

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Por las calles vagaba un demonio con forma humana, su cabello blanco llevado hacia atrás, tez blanca como la misma leche, ojos celestes pálidos, alto de hombros hanchos. Para los seres humanos que pasaban cerca suyo más de uno pensaba que era llamativo y por sobre todo hermoso, a él no le importaba en lo más mínimo. No le gustaba los humanos, pero tampoco los odiaba, sabía que detrás de todas esas guerras sin sentidos, sentimientos impuros, egoísmo y tristeza aún había alguna esperanza, y esa era de esos seres humanos que veían todo color de rosa, que amaban y protegían a los demás. Eso le llamaba la atención a él ¿Por qué son así sabiendo que no todo es color de rosa? Pensaba avanzando y accidentalmente chocó con alguien, se detuvo en seco y observó a aquella figura sentada en el suelo.
-Lo siento-dijo tendiéndole la mano, lo que llamó su atención fue aquella larga melena dorada.

¿Una mujer?

Pensó y supo que lo era en cuanto ella alzó el rostro en su dirección, por primera vez sintió presión en su pecho. Sus ojos cargaban un brillo esplendido, su piel era blanca y de seguro muy suave como el mismo algodón, por alguna extraña razón deseaba acariciar esas mejillas.
-Oh, no te preocupes-sonrió y aceptó su mano, aquel tacto era cálido e hizo que la piel del demonio se erizara.
La ayudo a levantarse y se mantuvo observando aquel bello rostro animado.

¿Acaso es un ángel?

Esas palabras sonaron en su cabeza, era muy hermosa y su voz demasiado celestial.
-Gracias por ayudarme-y bajó la mirada hacia su mano que seguía sostenida.
-De nada-reaccionó él soltándola, no podía creer que se estaba comportando de esa manera-¿Cómo te llamas?-se atrevió a preguntar, la rubia se asombró por lo repentino y él de su parte quiso darse una bofetada.
-Eva-respondió y rió dulcemente por las mejillas levemente carmín del peliblanco-¿Y el tuyo?
-Sparda-respondió anonadado por aquel sonido tan dulce.
-Un gusto Sparda...
Y desde ese día Sparda comenzaba a ver a los humanos de otra manera, aquella mujer lo hizo pensar así.

¿Podré verte de nuevo?

Claro que si, siempre paso por aquí...

Desde ese entonces el peliblanco pasaba por aquel lugar y tenía razón, aquella mujer celestial paseaba por esas zonas, a veces se sentaba en las bancas con un libro en mano y se perdía en aquel mundo de fantasías. Le daba curiosidad saber que leía, mejor dicho saber todo de ella...

¿Color favorito?

¿Comida favorita?

¿Qué te molesta?

¿Alguna vez has amado de verdad?

Esas y muchas preguntas más que llenaban su alma oscura por tales respuestas tan cálidas y sinceras, era perfecta para ese mundo ¿Cómo podía seguir viviendo con tal dulzura luego de todo lo sucedido allí? Eso lo admiraba, si, admiraba a un humano y tenía asegurado que sería capaz de salvar al mundo, a los humanos solo por ella, no deseaba que esa hermosa sonrisa se borrara de su rostro, no deseaba que derramara lágrimas de tristeza, quería verla feliz porque de esa manera lo llenaba.
Incluso le hacia ilusión que fuera su pareja ¿Un demonio y humano? Algo ilegal pero no imposible, debería ocultarlo pero él haría lo que fuera por ella, rompería las reglas y pelearía hasta incluso con el ser más fuerte del universo con tal de seguir a su lado.
Le había contado de su verdadera identidad, no quería ocultarle absolutamente nada, sentía que con ella podía ser sincero y que jamás lo juzgaría. Y así fue, a pesar de ver su verdadera forma, ella lo aceptó, no le temía. Al contrario, pensaba que era el demonio más hermoso del mundo y eso había comenzado a ablandar el corazón gélido de Sparda.
Su felicidad iba en aumento en cuanto comenzaron aquella bonita relación, probar sus suaves y dulces labios fue lo más hermoso que pudo probar en su vida. Labios vírgenes y puros, amaba acariciar aquella cálida y suave piel que por cada toque se erizaba, le encantaba sus reacciones, sus sonrojos involuntarios, su habla que a veces se dificultaba por los nervios, sus enojos que no eran graves porque ella en si nunca era de estar en ese estado, pero amaba todo de ella.
Incluso su cuerpo, aquella figura hecha por los mismos dioses, sentía que fue creada de manera lenta y pausada para crear al ser humano perfecto, el cual le correspondía. La amaba y deseaba demostrarlo a través de acciones, sentimientos profundos y pasión, encajaban perfectamente y cada vez que hacían el amor lo disfrutaban a pleno como si fuera la última vez, no podía dejar de ver como su cabello se dejaba ver libre y salvaje sobre las sábanas, aquellos ojos llenos de sentimientos encontrados, esos labios que cada vez que lo besaban o besaban parte del cuerpo lo enloquecían, aquel cuerpo pequeño que cada vez que envolvía en sus brazos procuraba hacerlo con cuidado por temor a romperla, porque la veía frágil, frágil y realmente hermosa como una flor.
-Te amo...-esas palabras habían salido de aquellos finos y rojizos labios, Sparda pensaba ¿Esto está sucediendo? Y supo que lo era al momento de corresponderla con un beso en los labios.
De esas noches de pasión se hizo presente el fruto de la vida en aquel vientre pequeño que poco a poco iba creciendo con el paso de los meses, Sparda era feliz, sería padre pero temía que al llevar sangre de demonio le hicieran daño a su amada que día a día la cuidaba y no dejaba sóla en ningún momento.
Los meses pasaron y el día había llegado, por fin aquellos dos niños habían nacido, eran gemelos, sus cabellos eran blancos y sus ojos celestes como los de él.

Soy padre...

Esas palabras sonaron en su cabeza y sonrió, nunca se hubiera imaginado tener una vida así. Encontrar al amor de su vida, formar una familia y ser feliz.
-Gracias...-le susurró a Eva depositándole un beso sobre la cabeza-gracias por hacerme tan feliz.
¿Quien hubiera pensado que un demonio se enamoraría de una simple humana? Un amor prohibido, un amor que rompía cualquier barrera, puro y especial.


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