La música es algo que me ayuda mucho a sobrellevar los momentos duros. Puedo tener un día pesimo, dónde el pensamiento de: "Quiero desaparecer" haya rondado mi cabeza todo el bendito día, pero solo basta ir a por mis audífonos, conectarlos al teléfono y poner la lista en aleatorio. Mi mente se ocupa de escuchar y disfrutar la canción que suena, alejando y aislandome de todo mi alrededor.Las muecas se transforman en la articulación de la letra de la canción y mi pie sigue el ritmo.
Canto como si no hubiera un mañana, aunque mi hermano me ordene que cierre la boca, y opina que si me dedicara a cantante, moriría de hambre. Aunque no está muy lejos de la realidad, puesto que me quiero dedicar al arte, y ese es mi futuro en un país donde no eres nadie sino eres doctor o ingeniero.
Suena a chiste, pero es anecdota.
Oh, me desvíe del tema.
La música, si.
Sigo con mi canto ignorando los llamados de atención. No me importa nada cuando escucho música. Esta me ayuda a estudiar, libera la tensión y deja fluir mi creatividad en cualquier momento, en especial, cuando deseo escribir alguna cosa sin sentido, como está por ejemplo.
Lo único malo, es que como todo, la música me puede hacer sonreír, pero también me puede hacer llorar. Pero depende de la canción, claro.
Debo confesar que en mi lista de reproducción, abundan más canciones deprimentes que felices y allí me doy cuenta que yo misma soy la que me saboteó.
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Pensamientos y divagues de una persona en apuros.
DiversosTapo un hueco y sale otro. Mi mente se va llenando de agua negra, que va subiendo hasta cubrir mis pies, luego mis rodillas, hasta llegar a mi cadera. Suspiro. Tomo una cubeta y me preparo para sacar agua negra.