Parte 1 Encuentro

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Los gritos de los heridos retumbaba sus oídos, sus manos se cerraban fuertemente sobre su espada y su cuerpo se impulsaba hacia adelante, cortando la carne, bañándose con la sangre de sus enemigos.

Tenía miedo, quería huir. Deseaba la muerte, pero está era lejana y lo obligaba a vivir, aferrarse a su vida y luchar.

El fuego se extendía en todas la direcciones, los cuerpos eran reducidos a cenizas y en medio de cientos de cadáveres todavía permanecía de pie. Llamó a sus compañeros de armas, pero nadie respondió, miró a su alrededor y vio sin vida los cuerpos de sus amigos. Algunos con un gran agujero en el pecho, otro con lanzas incrustadas en sus cabeza y extremidades, a otros le faltaban un ojo  o un brazo.

Todos tenían expresiones de horror, sus últimos momentos se reflejaban en sus pupilas, se podía ver su dolor y desesperación junto al deseo de vivir y volver con sus familias. Pero ese anhelo, ahora distante, no fue escuchado, ni por el cielo, ni por el emperador.

En medio del campo de batalla permaneció y pronto una fina capa de agua cayó sobre su persona, alzó la vista al cielo y cuestionó a los dioses. No hubo consuelo, solo la lluvia cayó con fuerza.

Las calles de la capital imperial, estaban llenas de personas como de costumbre

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Las calles de la capital imperial, estaban llenas de personas como de costumbre. La gente iba y venía de un lado a otro por la avenida. Los vendedores gritaban sus productos para atraer clientela, algunos se detenían a tomar una taza de té, otros a comer pasteles de flor de Osmanthus (1) mientras que otros preferían comer tazones de fideos.

El ruido era persistente y varias  carrozas cruzaban  los pavimentos levantando polvo sobre un mendigo que se encontraba postrado a un costado de la tienda de carne seca. El hombre se movió levemente, mostrando que aún estaba con vida, pero las personas que pasaban parecían no verlo.

Sobre la misma esquina, una doncella portaba una canasta de flores e intentaba ofrecer a los pasantes para obtener dinero. La niña era bonita, pero su voz baja difícilmente llamaba la atención de la gente. 

—Señor ¿Quiere una flor? 

—Vendo flores ¿Desea ver alguna señor?

Sin suerte,la joven persistía en ofrecer los ramos que llevaba en sus manos, cuando de repente un hombre de edad avanzada se acercó sujetando la mano de dama y asustandola.

— ¿Las vendes?—El hombre la miró de forma lasciva.

 Con miedo, la jovencita intentó liberarse—Señor, muestre respecto.

El anciano rió—Ven conmigo, te compraré todas las flores, incluyéndote.

— ¡Ah! ¡Suélteme!—Inútilmente la menor intentó resistirse, pero el adulto la sujetó con firmeza lo que la obligó a gritar. — ¡Alguien ayúdenme! ¡Por favor, auxilio! 

Muchos escucharon sus súplicas, pero nadie se acercó a ayudarla. Los que veían la escena hicieron la vista gorda, todos conocían aquel hombre, era un oficial de la guardia real.

Todo Por Ti (Tian Guan Ci Fu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora