Untitled Part 12

1 0 0
                                    

­ ─¿Saúl?

Su voz llegó hasta mí y mi euforia dio paso la tranquilidad del que se ha disputado una victoria que sabía suya.

­─ Supongo que tendremos que usar las influencias de tu padre después de todo ─ dije mientras me volvía.

Ella rompió a correr y se arrojó a mi cuello rodeándome con sus brazos y piernas. La apreté fuertemente contra mí sintiendo el peso de su vibrante cuerpo rebosante de amor.

─Sabía que volverías, mi querido maestro.

Busque sus labios y en un desesperado beso nuestras pasiones se encontraron, se entendieron y se fusionaron.

Me dijo que quiso morirse cuando llegó ese día al huerto y solo encontró las tijeras de jardinería abandonadas. Que con su padre habían realizado una búsqueda por toda la granja y que además de mi ropa únicamente habían hallado mi billetera en el establo. Ella había vuelto día tras día al huerto, ansiaba que algo de mí hubiese quedado allí, y que por alguna razón me trajera de vuelta.

─Y has regresado ─ dijo abrazándome con más fuerza, quizás temiendo que de un momento a otro pudiese desaparecer.

Su padre consideró que quien había estado limpiando su jardín era sólo una persona desagradecida. Le extrañaba que su hija hubiese quedado prendada de semejante vagabundo y que jamás hubiera permitido que entre ella y yo hubiese ocurrido algo.

─Realmente no suena muy alentador ─ Objeté, mientras íbamos a la casa cogidos de la mano.

─Supongo que tendrás alguna buena idea para arreglarlo.

─Decirle que quiero pedir la mano de su hija no solucionará mucho.

─Puede que con él no, pero si puedes lograr cierto perdón de mi parte ─ dijo besando mis mejillas.─ No soporto que me hayas abandonado así como así, mi querido maestro.

─Tendré que comprar un boleto para dos en mi próximo sueño.

Estampé un rápido beso en sus labios

─¿Cree que su paciente haya mejorado algo, doctora?

─Es probable que la doctora se esté viendo arrastrada por su enfermedad. ¿Eso no es bueno, ¿verdad?

─Quizás lo sea para mí.

Ella exhibió su cálida sonrisa y apretó más mi mano entre la suya.

Su padre quedó en silencio al verme llegar, yo por mi parte me sentía temeroso. Era la primera vez que entraba en la ostentosa casa y quizás las circunstancias no serían muy diferentes a mi primer encuentro con el viejo, sobre todo porque estaba de por medio algo más que robar manzanas. Dejó el periódico que estaba leyendo y las gafas sobre la mesita que había a un lado de su sillón. Se trataba de un hombre robusto, un sexagenario, de rostro proporcionado, mirada esquiva y de tez algo más oscura que la de su hija. Ella le dijo en su idioma que yo había tenido que dejar la granja apresuradamente pero que nunca pensé en dejarles de esa manera. Contestó que alguien que se marchaba sin decir nada no era digno de confianza. Le dije a través de Anna que las razones que me movieron a hacerlo no me dejaron otra opción, que le pedía disculpa por haberme comportado así. Que si me daba otra oportunidad podría mostrarle quien era yo, de donde venía y que nunca haría nada de lo que hubiere de arrepentirse. Anna me dijo que su padre quería que le explicara cómo habría de recuperar su confianza. Le dije que le invitaba para que fuese con nosotros a Argentina.

─¿Con nosotros? ─ murmuró Anna ─ No me hablaste de un viaje a Argentina.

─Supongo que aún no había llegado a la parte en que te cuento mis planes.

EL VIAJERO DE LOS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora