Capítulo tres

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JAMES

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JAMES

Martes 11 de mayo del 2004

Era la última semana de clases antes de las vacaciones. El próximo sábado había una fiesta a la que asistiría solo porque Kendra quería que la acompañara. Luego pasaría el verano con Logan, tan lejos de Coney Island como fuera posible... De acuerdo, no sería tan lejos como me gustaría, pero al menos no tendría que estar en la misma casa que mi madre y su esposo.

Cuando llegué a dicha casa luego del colegio, descubrí que había visitas. Las risas me llegaron desde la terraza y ni siquiera tuve que ir a asomarme para saber que Celine y Aiden se encontraban allí, embriagándose junto a sus invitados.

Mi madre no solía beber con frecuencia, eso era algo que había cambiado desde la llegada del idiota de Aiden a su vida.

Solté un suspiro y, como tenía hambre, fui a revisar la cocina. No había nada, pero eso no era una sorpresa. Celine era una pésima cocinera y Aiden era tan inútil como idiota. Si Marie estuviera aquí, las cosas serían distintas. Pero no, Aiden se encargó de convencer a Celine de que no necesitábamos a Marie y la despidieron sin consultarme.

Fui a la tienda cercana y compré lo necesario para preparar macarrones con queso. Nunca había cocinado, pero desde el año pasado tuve que aprender a hacerlo para evitar morirme de hambre o tapar mis arterias con la comida rápida. Muchas veces Marie me asesoraba por teléfono o me mandaba correos con recetas. Incluso a la distancia ella era de más ayuda que mi propia madre.

Comí los macarrones en mi cuarto, puse música a un volumen lo suficientemente alto como para no escuchar a la gente que estaba en la terraza y me dediqué a leer gran parte de la tarde.

Entonces, en cierto punto, Celine llamó a mi puerta para avisar que continuarían la fiesta en algún otro lado.

—¿Estarás bien por tu cuenta, cariño?

—Siempre estoy por mi cuenta —gruñí por lo bajo.

—¿Huh? —me preguntó con esa mirada algo perdida que le provocaba el alcohol en su sistema.

Desvié la mirada, porque no me gustaba ver cómo se consumía en los vicios, y me concentré en el libro que tenía entre las manos.

—Estaré bien, Celine. Ve a donde tengas que ir.

Ella soltó un bajo sollozo que me hizo mirarla de reojo de forma inevitable. Noté que se le habían puesto los ojos llorosos y tenía una sonrisa triste en los labios.

—Ya nunca me llamas «mamá».

Apreté los labios en una pequeña mueca.

—Ese título se gana. ¿Has sido mi mamá en los últimos años, Celine? —La miré, ella abrió la boca y luego la cerró—. Sí, eso creí. Por favor cierra la puerta al salir.

BadBoy: los iniciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora