ZAC Da Rocha, un multimillonario brasileño, echó a andar con rapidez hacia el despacho de su padre con sus largas y musculosas piernas. Estaba sorprendido porque su estirado y formal hermanastro, Vitale, príncipe heredero de Lerovia, había aceptado la apuesta que él le había propuesto en broma aquella mañana. A Zac le gustaba tomarle el pelo, pero no pensaba que le fuera a responder. Impaciente, se pasó la mano por el largo cabello negro que le caía sobre los anchos hombros y, de repente, sonrió mostrando su blanca y perfecta dentadura. Tal vez Vitale no fuera tan estrecho de miras y aburrido; tal vez tuviera más en común con su hermanastro de lo que suponía.
Zac descartó esa idea con la misma rapidez con la que se le había ocurrido, ya que no buscaba establecer vínculos familiares. Nunca había tenido familia. Había ido a ver su padre, Charles Russell, ausente durante muchos años, por pura curiosidad y se había mantenido en el borde del círculo familiar por pura maldad, pues le divertía mucho la animadversión de sus dos hermanastros, Vitale y Angel.
La aparición de un tercer hermano los había sorprendido e inquietado, y Zac no se había esforzado mucho para fomentar la relación con ellos. ¿Qué sabía él de lazos de sangre? Nunca había tenido hermanos, a su madre solo la había visto, con suerte, una vez al año, su padrastro lo odiaba y de la identidad de su padre biológico se había enterado el año anterior, cuando su madre, en su lecho de muerte, por fin le había contado la verdad que le había ocultado toda la vida.
Con respecto a su padre biológico, Zac reconocía de mala gana que, por una vez en su vida, había sido afortunado, porque Charles Russell le caía bien. Zac estaba acostumbrado a que la gente tratara de utilizarlo, por lo que se fiaba de muy pocas personas.
Sus ojos de color azul grisáceo se le endurecieron. Increíblemente rico desde la cuna y criado como un principito, rodeado de criados aduladores, era muy cínico sobre la naturaleza humana. Sin embargo, desde la primera vez que se habían visto, Charles había demostrado genuino interés por su tercer hijo, el más joven, a pesar de que, a los veintiocho años y con un metro noventa de estatura, ya era un hombre hecho y derecho.
Al cabo de una cuantas horas a su lado, Zac se había dado cuenta de que le hubiera ido mucho mejor si su madre, Antonella, hubiera decidido quedarse con Charles en vez de casarse con Afonso Oliveira, un playboy y cazafortunas y el amor de su vida. Por desgracia, durante el noviazgo, Afonso se había echado atrás y la había abandonado durante varias semanas. Antonella, con el corazón destrozado, había vuelto con Charles, por aquel entonces en proceso de divorcio de una esposa que lo había engañado con otra mujer durante todo el tiempo que había durado su matrimonio.
Sin embargo, Afonso había pedido perdón a Antonella y esta había hecho caso a su corazón. Cuando, poco después de la boda, se dio cuenta de que estaba embarazada, esperó con fervor que fuera hijo de Afonso y se negó a admitir la posibilidad de que Zac no fuera hijo de su marido. Por desgracia para todos, el grupo sanguíneo tan poco común de Zac había constituido una bomba de relojería para el matrimonio de su madre.
Cuando Zac entró en el despacho de su padre, este le dedicó una afectuosa sonrisa de bienvenida. Aunque su hijo fuera un hombre que llevaba tatuajes, pantalones vaqueros, botas de motorista y un pendiente de diamantes, su padre, un hombre de cabello gris y vestido con un traje impoluto, lo trataba exactamente igual que a sus otros hijos.
–He estado a punto de ponerme traje para sorprender a mis hermanos – murmuró Zac con cara de póquer, aunque sus ojos, sorprendentemente claros, brillaban burlones contrastando con su piel morena–. Pero no he querido que crean que me ajusto a sus expectativas ni que compito con ellos.
–Con respecto a eso, puedes estar tranquilo –Charles soltó una carcajada mientras abrazaba a su hijo, tan alto y claramente distinto. Después de soltarlo, le preguntó–: ¿Tienes noticias de tus abogados sobre la posibilidad de que puedas acceder al fideicomiso?