– TENGO que darte una noticia –anunció Freddie al montarse en la limusina con Zac–. Estoy embarazada.
–¿Cómo lo sabes? Quiero decir…– Zac la miró perplejo y con el ceño fruncido–. ¿Estás segura?
–Todavía no he ido al médico, pero me he hecho tres pruebas de embarazo.
Zac siguió mirándola, claramente asombrado por sus palabras.
–Pediremos cita para hoy.
–Mejor para mañana. Hay tiempo de sobra. Solo estoy de seis o siete semanas –observó ella–. Así que, ya ves, ¡lo hemos conseguido!
–No estaba preparado para que sucediera tan pronto –reconoció él–. Pero es una maravillosa noticia.
–Sí. Es de esperar que para mediados del año que viene ocupes el puesto de consejero delegado del imperio económico Da Rocha. Teniendo eso en cuenta, creo que debemos analizar nuestra situación y hacer planes para el futuro.
¿Su situación? A Zac no le gustó esa descripción de su matrimonio. Examinó el vientre plano de Freddie y se esforzó en imaginar a un bebé ahí dentro. ¡Su bebé! Se quedó paralizado ante la idea hasta que recordó las numerosas complicaciones que había tenido su madre en los embarazos. Cada vez que la veía, estaba embarazada o recuperándose de otra desgraciada pérdida. Algo parecido al pánico se apoderó de él al mirar el cuerpo frágil de Freddie y pensar en todo lo que podía ir mal. Debían ir corriendo a ver al médico.
–Preferiría que fueras hoy al médico, minha pequenina –afirmó Zac sin andarse con rodeos. Deseaba que le hicieran todo tipo de pruebas durante todas las fases del embarazo.
–Cuando hayamos decidido qué vamos a hacer –dijo Freddie para que hubiera paz mientras entraban en The Palm Tree–. ¿Vamos al bar? Me apetece un café.
Zac la miró sorprendido, ya que normalmente evitaba ir al bar, donde había trabajado. Pero Freddie deseaba estar en un lugar público y sin los niños para hablar con Zac, y el bar era la opción más conveniente. Además, lo cual también estaba muy bien, él tendría que marcharse pronto para ir a comer con su padre.
Al cabo de unos minutos estaban sentados en la terraza, muy tranquila en aquellos momentos, ya que no era la hora de comer.
Zac Habló por teléfono con Angel del ginecólogo que había tratado a Merry en Londres. Cuando tuvo su número de teléfono, lo llamó y concertó una cita para última hora de la tarde. Solo después prestó atención a Freddie.
–Creo que ahora necesitamos separarnos durante un tiempo –dijo Freddie con una sonrisa alegre y decidida–. Quiero trasladarme a Molderstone Manor a supervisar las obras. Aunque el proceso de adopción aún no ha concluido, puedes visitarnos cuando quieras. Tienes que reconocer que el ático no es adecuado para los niños.
A Zac le pareció como si alguien se hubiera acercado por detrás con un tablón y lo hubiera golpeado en la cabeza. La propuesta de Freddie no le hizo ninguna gracia.
–Pero…
–Es lo que quiero, mi propio espacio con los niños. He cumplido las condiciones de nuestro acuerdo, por lo que nuestro matrimonio ya está en vías de extinción.
–Pues anoche no me lo pareció –protestó él.
Freddie se puso colorada y lo miró con dureza.
–Debemos olvidarnos de esas cosas e intentar establecer una relación amistosa y platónica.
Zac se esforzó en convencerse de que aquella Freddie era su Freddie. Se quedó callado por precaución. En cuanto se había quedado embarazada, quería dejarlo, privarlo de los niños y marcharse muy lejos de allí, a la casa de sus sueños, que, en aquellos momentos, distaba mucho de ser lo, llena de trabajadores como estaba. ¿Qué mosca la había picado? Decía que eso era lo que quería.