Capítulo 11. Leila.

1.3K 253 39
                                    

— ¿Quieres ser mi mejor amiga?

Becca ladea la cabeza suavizando sus gestos.

— Claro que sí, cariño. —Toca mi mano apoyada sobre la barra. —Pero estoy segura que tienes un montón de amigas de tu edad.

¿Mi edad?

¿Qué edad tiene ella?

— No, no tengo amigas. Tengo una hermana que está casada y tiene un bebé, no tiene tiempo para mis dramas. Tengo amigos hombres, uno que acaba de casarse y debe estar con su esposa en este momento. Mi otro amigo le tira a todo lo que se mueva, así que seguro tiene mejores cosas que hacer. Y tenía un mejor amigo que además era mi novio. Ahora no tengo novio ni mejor amigo.

Becca hace una mueca antes de reclinarse en la barra, dejando el trapo húmedo a un lado para que Brandon lo tome.

— Cariño, déjame decirte una cosa. No necesitas un hombre, necesitas aprender a estar contigo misma.

— ¿Y cómo hago eso? No soporto estar sola en mi departamento, soy mala compañía para mí misma porque me traje aquí.

— Si, probablemente tienes razón. Apenas son las 4:26 y ya estás en tu primer vaso de whisky. Cariño, jamás vi a una chica beber como tú.

Ella sonríe y sonrío en respuesta. Si Lidia no estuviera tan ocupada con Mickey, la llamaría para que tomara unos tragos conmigo como en los viejos tiempos.

— Debes tener un hombre fantástico en casa. —Suspiro mientras Becca acomoda unas botellas debajo de la barra.

— ¿Yo? No, nada de eso. Soy mi propia naranja, ya sabes, yo sola.

— Oh. Creí que tú...

— No. Hace unos años estuve casada con el hombre perfecto y exitoso, trajes finos, zapatos italianos y reloj costoso. De ensueño. —Golpea la madera de la barra con los nudillo. —Hasta que descubrí que me engañó con su secretaria y nos divorciamos. Resumen de la historia, todos los hombres son mierda, pero algunos más que otros. No vale la pena sentarse a llorar por ellos, cariño.

— Lo siento por eso. —Bebo el último trago de mi vaso.

— No lo hagas, soy feliz ahora siendo mi propia jefa. —Becca sonríe y sus ojos castaños se desplazan a mi derecha. — Piénsalo.

— ¿Por qué siempre te encuentro aquí? —La voz de Jesse suena a mi espalda.

— ¿Porque es el mejor bar de Seattle? —Mis hombros se encogen. —Estoy casi segura que ya tuvimos ésta conversación.

— Dos cervezas. —Jesse le hace una seña a Becca y me quita mi vaso.

— ¡Estaba bebiendo eso!

— Ya no. No puedes embriagarte y dejar el auto en la calle todo el fin de semana, así que contrólate.

— Idiota.

Jesse gira para mirarme con el ceño fruncido y me doy cuenta que de nuevo lo dije en voz alta. Mierda.

— Aquí tienen. —Mi nueva amiga deja las botellas frente a nosotros.

— ¿Ahora eres mi puto angel guardián? —Gruño.

— Vaya, qué boquita. —Toma un trago de su cerveza. —Pasas demasiado tiempo con Grey y Sawyer.

— No es tu asunto.

— Lo es cuando me llamas idiota.

— Entonces deja de actuar como uno y no te llamaré así.

Jesse no me mira, mantiene la vista al frente dándome la oportunidad de mirarlo con su ropa normal. Tengo que admitir que luce sexy con su uniforme de policía, pero luce aún mejor con jeans.

Acabo la cerveza a regañadientes y Jesse pide dos más. Creí que estaríamos haciendo esto toda la tarde pero de pronto se levanta u deja un par de billetes en la barra.

— Vamos.

— ¿A dónde? —Pregunto.

— A tu departamento. Lleva tu auto hasta allí y te seguiré en el mío.

— Pero no estoy lista para irme.

— Compraré cerveza, ¿Está bien? Podemos seguir bebiendo en tu lugar.

— ¿Por qué piensas que te quiero ahí? Podría decir que no y llevarme una botella de whisky solo para mí.

Me dedica una mirada de fastidio.

— No lo harás porque eso es incluso más deprimente que beber conmigo, Lil.

¿Lil?

— ¡Puedo ser todo lo deprimente que quiera!

Salgo del bar tan enojada que olvidé despedirme de Becca y haciendo un jodido escándalo, Jesse detrás de mí hasta mi auto.

— Directo a tu casa. —Me señala.

— ¡Idiota! —Grito a propósito. ¿Quién se piensa que es?

Conduzco hasta mi departamento a velocidad moderada siendo consciente de que mis reflejos están comprometidos por el par de cervezas y el whisky que bebí. Tal vez la idea de Jesse no sea tan mala idea.

Me quito la chaqueta y la dejo sobre el sofá, recogiendo el tazón de cereal que dejé ahí el día anterior y algunas otras cosas regadas en el piso que no quiero que él vea.

Espero unos minutos por Jesse, encendiendo la tele para buscar algo interesante mientras llega. Un momento después empuja la puerta que dejé abierta con un paquete de cerveza y una caja de pizza.

— Apuesto a que no has comido nada desde ésta mañana.

Carajo.

— No.

— Come. —Me ordena, y quiero discutir pero me rindo cuando veo el queso derretido.

— Gracias.

Tomo una rebanada y una botella de cerveza antes de volver al sofá, Jesse hace lo mismo sentándose a un lado y poniendo sus pesadas botas sobre mi mesita de café.

— ¿Por qué estás haciendo esto?

— ¿Qué?

— Actuando como si fueras mi niñero.

Sus cejas rubias se fruncen.

— Por el sexo.

Oh.

— Estoy bien con eso. —Bebo otro trago volviendo mi vista al frente, a la película de vaqueros. —Si vamos a hacer esto, necesitamos aclarar algunas cosas.

— ¿Cuáles?

— No estoy buscando una nueva relación y estoy segura que tampoco quieres eso, como ya dijiste somos dos adultos tomando decisiones responsables. —Él asiente de acuerdo. —Llámalo amigos con derechos, amigos con beneficios o como quieras, pero no quiero preocuparme de tener qué contagiarme de algo.

Sus cejas se fruncen de nuevo.

— ¿Te refieres a que lo hicimos sin condón? Estoy limpio.

— Ese no es el punto. —Señalo mi brazo. —Llevo un implante pero eso no me protege de infecciones, así que si quieres seguir con esto, tendremos que ser exclusivos.

— ¿Qué? —Se endereza casi de un brinco.

— ¿Quieres coger con otras chicas? Ningún problema, pero no cuentes conmigo. ¿Quieres estar en esta amistad sin compromisos? Solo coges conmigo.

— Mierda, ¿Esto es necesario?

— Para mi sí.

Lo escucho resoplar mientras se pasa las manos por el cabello corto.

— Bien. Estoy dentro.

Tuya (Mío #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora