Eve. [Yuri]

Lágrimas.

Noto cómo se me humedecen los ojos. Antes de que la primera lágrima caiga, ya siento mis rodillas flaqueando.

Au.

Duele, duele tanto que no soy capaz de respirar, de controlar mi cuerpo.

De repente, echo a correr. Corro sin saber hacia donde voy, corro sin saber por qué, corro hasta que me duelen tanto las piernas que tropiezo y me caigo al suelo, ensuciando mis pantalones favoritos.

Noto cómo mis lágrimas ensucian el pavimento. Me las enjuago, pego mi espalda a la pared más cercana y junto las rodillas con mi pecho.

Saco el móvil sin pensármelo dos veces, e ignorando a los que me preguntan por qué me he ido corriendo, salgo del grupo en el que decidimos la hora para quedar, alegando que tengo que estudiar tanto que no volveré a quedar en un tiempo.

Es la excusa más barata que se le ha ocurrido a mi corazón roto.

Intento levantarme, pero vuelvo a caer. Me obligo a levantame, apoyándome en el muro, aunque las rodillas me duelen tanto que no puedo tenerme en pie.

Y aún así, las rodillas no es lo que más me duele.