Eve. [Yuri]

Sangre y sollozos.

Llego a casa, y agradezco a un dios en el que nunca he creído que no haya nadie en ella. Camino hasta mi cuarto, ensuciando las paredes con mis manos, que me sirven de ojos, ya que estos no pueden hacer otra cosa que llorar.

Casi llego a mi cama, pero entro en mi baño y caigo antes de llegar a la bañera. Me arrastro hasta ella, y después de despojarme de mis asquerosas ropas, entro y hago que sólo agua caliente fluya hasta ella.

Me siento asquerosa, sucia.

El agua arde más de lo inimaginable, pero aún así cojo el estropajo más duro y empiezo a rascarme hasta sangrar. Estoy tan sucia. No puedo parar de rascar. Nunca estaré lo suficientemente limpia.

La sangre que empieza a manar de mis heridas me da una idea. Salgo estrepitosamente de la bañera -no sin antes resbalar y caer- y rebusco entre mis cosas hasta encontrar mi cuchilla favorita. Hacía años que no la utilizaba. Desde que Xen me obligó a dejar de hacerlo.

Pero Xen no está aquí.

Vuelvo a meterme en la bañera y cierro el grifo, ya que se estaba desbordando hacía ya tiempo. Me hundo en mi propia mugre hasta que oigo como mis celulas se quejan de no tener oxigeno. Salgo a la superficie, hiperventilando, con el pelo pegado a la cara. Cuando mi respiración vuelve a acompasarse, apoyo mi cabeza en el borde de la bañera y cierro los ojos. Cuando los abro, mis dedos están jugueteando con la cuchilla. Los guío hasta mi cadera, donde las antiguas cicatrices ya no se notaban.

Gimo de placer.