📿[27]📿

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—Mira, ¿ves aquella luz al otro lado del jardín? —Jimin señaló por la ventana una luz que apenas se distinguía entre los árboles—. Allí está HyungIl, trabajando en su obra.

Estaban en la biblioteca, aunque esta vez Jimin había insistido en encender la lámpara y todo se veía menos tenebroso. El álbum seguía sobre la mesa y la copa de vino al lado, por lo que avanzó hacia allí y comenzó a ojearlo.

—¿Qué buscamos exactamente? —Jimin se acercó para mirar el libro—. ¡Ah, es uno de los books de Victoria!

En ese instante les llegó la voz preocupada de su amiga desde el piso superior. Preguntaba si era HyungIl quien estaba en la biblioteca y, al no obtener respuesta, insistió de nuevo.

—Será mejor que vaya a tranquilizarla antes de que se levante de la cama —sugirió Jimin saliendo de la biblioteca.

YoonGi comenzó a pasar las hojas del álbum lentamente, pero al séptimo retrato tuvo que parar. Estaba sudando y le temblaban las manos.

Algunas eran fotografías muy antiguas, en blanco y negro y otras en color, siempre de la misma mujer joven, muy guapa y de expresivos ojos claros. Posaba en un estudio que simulaba el escenario de un bosque, bajo las luces de los focos que arrancaban destellos de su larga melena oscura.

Los labios pintados de rojo sangre destacaban en su tez blanca y perfecta.

Era Victoria con muchos años menos, y en cierto modo guardaba un parecido asombroso con todas las mujeres que habían sido asesinadas a manos de JinYoung. Aunque después de saber por su contacto que durante los últimos veinte años habían aparecido diversas víctimas en distintos países con las mismas características, ya no estaba tan seguro.

París, Londres, Roma, Barcelona, Berlín... durante dos décadas se habían cometido crímenes idénticos que nadie había relacionado por la distancia.

Todas modelos, la peluca de pelo negro, los labios pintados de rojo y un pañuelo del mismo color atado al cuello eran el nexo común. Y, por supuesto, su peculiar firma: la columna dorsal separada en dos.

—Ya te he dicho, Victoria, que todo está bien entre nosotros —dijo Jimin, que entraba en la biblioteca empujando la silla de ruedas.

Él alzó la cara del álbum y Jimin supo que no todo estaba bien. Era indiscutible que algo muy malo le pasaba por la cabeza cuando sus ojos se habían oscurecido y su boca se veía prieta hasta formar una línea recta.

—¿Es eso cierto, Saenko? —se interesó la mujer mirándolo con recelo.

Al verlo asentir, sonrió.

Él observó su pelo corto, cubierto de canas; todavía conservaba el brillo de sus ojos azules y la bonita sonrisa de las fotografías. Ella reparó en lo que estaba mirando.

—Hace muchos años de ese book. —Rodó las ruedas con las manos y se acercó a él—. Con ese álbum conocí al amor de mi vida y firmé un gran contrato que me llevaría a la fama —dijo con nostalgia—. Poco después perdí la movilidad de las piernas, la posibilidad de seguir posando y también al hombre que amaba, por eso me gusta mirar las fotografías, para recordarme que aunque dejé muchas cosas atrás, la vida me obsequió con el amor de HyungIl. La única persona que no me ha fallado nunca, el hombre que, a pesar de todo, ve en mí a la mujer perfecta. Y espero que usted, YoonGi, se parezca un poco a mi marido.

—No quiero decepcionarla, señora, pero me parece que no nos parecemos en absoluto.

Le indicó a Jimin que se llevara a la mujer de allí, cosa que él hizo, como si comprendiera que si actuaba así, tenía sus motivos.

𝐈𝐧𝐦𝐨𝐝𝐞𝐫𝐚𝐭𝐚 𝐒𝐭𝐢𝐫𝐩𝐢𝐬 • [𝐘𝐨𝐨𝐧𝐌𝐢𝐧]. 𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥𝐢𝐳𝐚𝐝𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora