📿[06]📿

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No hizo falta que Jimin acompañara a la hermana de JiSoo a ninguna parte, ya que SungHyun se ocupó de todo liberándolo de aquel trance, cosa que él agradeció. De modo que pospuso la reunión con el señor Townsend hasta el lunes y decidió disfrutar del fin de semana y de sus sobrinos, tal y como YoonGi le había sugerido. Durante el resto de la mañana, él procuró mantenerse apartado de la cabaña, como Jimin le había exigido, aunque sin perderlo de vista. Ni a él ni a los niños que en ese momento merendaban frente al lago. El aroma del pastel de manzana llegaba hasta él de forma tentadora; de no ser porque sabía que Jimin era incapaz de algo así, pensaría que había escogido el lugar del refrigerio a favor de la dirección del viento para provocarlo con el olorcillo a canela.

Estaba tumbado bajo uno de los frondosos robles que cobijaban la cabaña, con la cabeza apoyada en el grueso tronco y una ramita en la comisura de la boca para paliar el hambre. Desde la triste taza de café que había bebido a primera hora de la mañana ya no había ingerido nada más que agua que, por cierto, también había agotado la última botella que guardaba en el coche.

Él estaba de rodillas en la manta que había extendido en el suelo, mientras cortaba un pedazo enorme de pastel. Después lo depositó en un plato, junto a una botella de refresco, se sacudió las manos en los pantalones, lo miró fijamente a los ojos, y el estómago le dio un vuelco cuando lo vio levantarse y dirigirse hacia él.

Su cabello oscuro se mecía sobre su frente mientras ascendía la pequeña colina sobre la que estaba asentada la cabaña. Tenía las mejillas sonrosadas por haber pasado el día al aire libre y los ojos brillantes. Se notaba que sus sobrinos lo colmaban de felicidad. Fácilmente podría imaginar cómo sería verlo rodeada de hijos en la cocina, haciendo apetitosos postres. O verlo despertar a su lado, en la cama, después de una noche de pasión. Tendría el pelo revuelto, como ahora, una sonrisa somnolienta y sus cuerpo suave insinuándose bajo la tela transparente del inocente pijama que llevaba cuando lo recibió el día anterior. Siempre que lo miraba, Jimin parecía pedir a gritos que lo besara. Estaba seguro de que no se equivocaba, cada uno de sus gestos y sus palabras insinuaban que tenía luz verde.

Conforme fue llegando hasta él, que continuaba repantigado contra el árbol, sus facciones se fueron transformando; a pesar de que sus ojos seguían mirándolo con candor, fue capaz de vislumbrar aquel temor que nadie conseguía arrancarle.

-Señor Saenko, te he traído algo de comer, ya que no has aparecido por la cabaña a la hora del almuerzo -le regañó en una mezcla de buenos modales y marcando las distancias.

-No quiero molestar.

-Ya. Y yo no quiero que tus amigos los polis se me echen encima por dejar morir de hambre a uno de los suyos.

Dejó el plato en el suelo, sobre un mantelito que extendió con rapidez, y él apresó su mano con una morena y grande, de largos y fuertes dedos que rodearon su muñeca con firmeza.

-Siéntate a mi lado -le dijo con la voz de un hombre acostumbrado a mandar y a ser obedecido.

Jimin hizo lo que le pedía en silencio, aunque por su gesto no le gustó que él le exigiera nada. Echó un vistazo a los niños y comprobó que desde allí tenía una escrupulosa visión de ellos, sentados frente al lago.

Cuando decidió llevarle algo de comer, se dijo que lo hacía por pura humanidad, aunque no servía de nada engañarse. La verdad era que no soportaba que lo mirara desde lejos, de aquella manera que parecía desnudarlo, y fingir que no lo veía. Sí, por mucho que lo negara, seguía experimentando sensaciones extrañas cada vez que estaba cerca de él.

Creía que dos años sin verlo habrían sido suficientes para quitárselo de la cabeza, pero se había equivocado.

Lo vio comer en silencio y él se recostó en el tronco del roble, quedándose inmóvil y contemplando el cielo.

𝐈𝐧𝐦𝐨𝐝𝐞𝐫𝐚𝐭𝐚 𝐒𝐭𝐢𝐫𝐩𝐢𝐬 • [𝐘𝐨𝐨𝐧𝐌𝐢𝐧]. 𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥𝐢𝐳𝐚𝐝𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora