7. Todo lo que deseo

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Hace varias semanas que no vengo al Estudio Jurídico de papá y me resulta extraño que hoy me haya pedido que lo hiciera. Me envió un mensaje en la mañana, cuando estaba en la universidad, que decía: "Te quiero aquí a las tres en un punto, Lucas. Ni un minuto más".

Las pocas veces que emplea la frase "te quiero", no es exactamente de la manera en que me gustaría.

Si hubiera recibido una orden como esa antes de este año, me habría asegurado de cruzar las puertas de vidrio a las tres y un minuto, solo para demostrar mi punto. Sin embargo, no puedo darme el lujo de hacerle la contra. No ahora que por fin me considera una persona de bien, alguien capaz de seguir una carrera universitaria con notas altas (dentro de lo que se puede), una novia estable y maravillosa a la que mi padre no podría querer más, y que además sea capaz de llevar adelante una banda de rock que acaba de firmar un contrato muy importante.

Por primera vez puedo decir que está orgulloso de mí.

O... lo estaba, por lo que puedo notar al mismísimo instante en que me encuentro parado delante de su escritorio.

Papá me observa de brazos cruzados y con ojos amenazantes. Al otro lado de su inmenso despacho, tío Patrick agacha la mirada como cuando sabe que estoy a punto de recibir un regaño y no puede hacer nada por contenerlo.

Llevo las manos a los bolsillos y evito preguntarme a qué se debe. Estoy seguro de que lo averiguaré en este preciso momento.

—Es gracioso, ¿sabes? —Cada vez que empieza diciendo que algo es gracioso es porque, efectivamente, no lo es—. Esta mañana, Patrick y yo estábamos perdiendo el tiempo en las redes sociales. —Todo lo que no implique trabajo es una pérdida de tiempo para él—. Y nos quedamos muy sorprendidos al ver un video en el que se muestra una pelea entre chicos de tu colegio —Oh, no. Ya creo saber a dónde va esto—. Pelea que se dio en un lugar muy parecido a nuestra casa, en la que te dejé solo el sábado confiando en que serías maduro y responsable.

Se detiene ahí, esperando alguna explicación de mi parte.

Trago saliva.

—Curioso, ¿no?

Mi padrino deja escapar una leve risa y se cubre la boca, para disimular.

—Extremadamente curioso —afirma papá, todavía más molesto—. En especial porque cuando llegué esa noche, todo estaba en perfecto orden, y ahora solo queda preguntarme en dónde demonios está la plantera que me regalo Gloria por mi cumpleaños y que en el video se ve claramente que destrozan a empujones. O el cuadro grande que había pintado tu abuela y que lo rompieron contra el hombro de un chico con un parecido increíble al patotero de tu mejor amigo.

Más que el regaño que siento que recién acaba de empezar me preocupa el video, el cual he visto recorrer la red desde esta mañana y en el que se nota claramente cuando Tadeo se declara a Julio.

En vano he contactado a los pocos amigos informáticos que conozco para que lo bajen de todos los sitios posibles porque, si pudo ser visto por personas como mi padre o mi padrino, quiere decir que se ha vuelto completamente viral.

¿Tanto le importa a la sociedad que un chico se declare a otro y sea rechazado a golpes? Debería escribir una canción en protesta.

El discurso de papá no tarda en iniciar. Ese en el que me recuerda lo mucho que se esfuerza por hacer de mí una persona "útil".

—Tienes razón —repito unas cuantas veces: Cuando me dice que lo he decepcionado de nuevo, cuando insiste en que debería centrarme en estudiar y dejar de lado las fiestas, cuando reitera que no entiende qué hace Brenda, quien es tan responsable y trabajadora, con un vago como yo.

Ese último momentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora