Conozco algunas cosas sobre Lía, la chica con la que estoy saliendo hace unos días.
Sé que sus padres son abogados, igual que el mío. Aunque en su caso, son ambos. También sé que, cuando éramos pequeños, solíamos asistir a los banquetes de su bufete, en los cuales yo me aburría bastante y Sam, por el contrario, jugaba con Lía hasta cansarse.
Eran muy unidas en esa época.
Había un juego en especial que le encantaba a mi mejor amiga y nos obligaba a repetirlo cada vez que nos encontrábamos los tres. Fingíamos ser una familia, en la cual yo era el papá, ella la mamá y Lía la hija. Recuerdo que apenas mi padrino se enteró de lo que trataba nuestro juego, nos dijo que no podíamos hacer las cosas que hacen los esposos.
Así que la regla estaba clara: nada de besos.
Y la respetábamos. Éramos una familia en la que los padres no se besaban. Tampoco hacíamos nada más, por supuesto, habremos tenido unos cinco o seis años.
Ese juego me aburría tanto que más de una vez corrí a esconderme bajo la mesa en la que estaba Gloria y le pedí que no me delatara. Me quedaba allí hasta que mi mejor amiga me llamaba a los gritos y no tenía otra opción más, que rendirme a sus tortuosas diversiones.
Lo cierto es que un día, Lía decidió que invirtiéramos los papeles y fue ella quien tomó el papel de la madre. Sam aceptó a regañadientes y el juego iba bastante bien, hasta que a Lía se le ocurrió robarme mi primer beso.
Todo se fue al demonio en ese mismo segundo. Mi mejor amiga se echó a llorar a los gritos mientras se abalanzaba sobre ella y le jalaba los cabellos, tan molesta como nunca la vi en mi vida. Yo me quedé atontado, no recuerdo mucho más que los gritos de Sam, los lamentos de Lía, y a nuestros padres intentando conciliar la pelea.
A partir de ese día, una guerra empezó entre las dos. Una que se fue acrecentando a medida que pasaba el tiempo, a pesar de que Sam y yo nos volvimos cada vez más unidos y nuestro contacto con Lía se diluyó casi por completo.
Las pocas veces que nos volvimos a encontrar, incluso siendo más grandes, ellas demostraron llevarse mal. No me queda claro si fue debido a ese incidente o al simple hecho de que ya se detestaban, lo cierto es que lo siguen haciendo ahora que son compañeras en la universidad.
Todo esto es una tontería, lo sé. Pero ellas no parecen pensar lo mismo y se toman su guerra muy en serio. Brenda me había contado que Lía se esfuerza mucho para evitar que Sam haga amigos en el aula, y ha llegado al punto de llevarse mal también con ella, solo por negarse a hacer a un lado a Sam.
Teniendo esto en cuenta, está claro que el hecho de que yo haya empezado a salir con Lía es una traición que mi mejor amiga no está dispuesta a disculparme así nada más.
Y estamos hablando de Sam, quien no pierde la oportunidad de hacer un drama y a quien siempre he dado el gusto en todo...
Hasta ahora.
—¿No te parece que estás exagerando un poco? —Me dejo caer en mi cama, con el celular pegado a la oreja.
Lleva como veinte minutos pidiéndome, insistiéndome y casi obligándome a que me aleje de Lía. Su cumpleaños será en unos días más y no quiere que le regale nada material, solo me pide que le cumpla ese capricho.
—¿Ahora me llamas "exagerada"? —Finge un sollozo y luego suelta un pronunciado quejido—. ¡No tienes idea de cuánto ha aprovechado estos días para jactarse de estar saliendo contigo! ¡Y también molesta a Brenda!
Esa última declaración me produce un cosquilleo de satisfacción.
—Sólo ignórala, Sam.
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Ese último momento
Teen FictionLucas Urriaga está pasando por el mejor momento de su vida. Su noviazgo avanza de manera maravillosa, está siguiendo la carrera de sus sueños y la banda de rock que tiene junto a sus mejores amigos está en constante crecimiento. Brenda Allen, por su...