Vida encadenada

Choque 2: Odios y miedos

«Querido Sol, te odio con cada una de las minúsculas e insignificantes partículas que conforman mi horrible e inútil vida».

Odiaba el verano, eso lo tenía muy claro desde hace bastante tiempo, no soportaba el calor, ni el ambiente generado en la gente, jamás vio sentido en que una multitud de personas pelearan por conseguir un espacio en un montón de arena caliente, la cual era demasiado molesta e incómoda, las pocas veces que fue a la playa, obligado, terminó encerrándose en el hotel con el aire acondicionado y las cortinas cerradas para que la luz natural no lo alcanzara; el mar le gustaba, le parecía increíblemente atrayente, pero el mar no es la playa. Siempre supo que la gente tenía algunas percepciones extrañas que chocaban con la forma en que él comprendía el mundo, tal vez simplemente él era el raro, nunca entendió por qué el mar se relacionaba con el Sol y la playa, cuando era todo lo contrario: la mejor amiga de los mares es la Luna.

El oleaje era la prueba perfecta, la estrecha e íntima relación entre ambos planos era obvia durante la noche: el agua es atraída por la gravedad lunar, en un constante vaivén de lucha por liberarse de la Tierra y poder alcanzar el sitio que siempre ha buscado, desde el inicio de su existencia siempre ha intentado reunirse con el satélite, aunque no lo logra; le parecía una historia linda, triste en muchos aspectos, pero linda, el mar era como él si lo pensaba de esa forma: estaba encadenado al mundo terrenal. Siempre soñó con poder romper las cadenas que lo acompañan desde su nacimiento, liberar su cuerpo y poder volar sin límites hacia el espacio, el Universo que nos creó sin ningún motivo, pero que nos permite habitarlo; deseaba conocerlo.

Un par de gotas de sudor resbalaron por su frente, cruzando entre sus cejas y nariz hasta llegar a alguna de sus mejillas y poder resbalar hacia el piso, algunas no tenían tanta suerte y bajaban por su mandíbula hacia su cuello; solo algo pudo pasar por su mente: «maldito calor». Normalmente, al menos durante verano, salía de la escuela hasta las siete y ocho de la noche, aprovechaba ese tiempo para leer en la biblioteca en algún rincón lejano de las ventanas que daban espacio al brillo solar, solo necesitaba un poco de luz de una lámpara y con el clima artificial generado por el aire acondicionado tenía un perfecto ambiente para leer; pero por culpa de Tess no podía quedarse, si lo hacía podría volver a encontrarse con ella y ya había tenido suficiente por ese día. La chica, que resultó estar en el noventa por ciento de sus clases, tenía practica de algún club deportivo, Ace sabía perfectamente a cuál, pero por puro orgullo no quería admitir que la había escuchado atentamente. No quería tener ningún interés en ella.

«¿Cuándo salga de mi práctica podré verte?». La voz retumbó en su cabeza suavemente, como un ligero susurro nervioso que no quería ser dicho por culpa de la vergüenza: la imagen del pequeño sonrojo en sus mejillas acompañó a su recuerdo, nunca había estado en una conversación real con nadie, nunca antes alguien había reaccionado así por culpa suya, no consideraba que tuviera ese valor, no creía tener ningún valor en realidad, estaba muy seguro de que su existencia era inútil tanto para la humanidad como para él mismo; no tenía motivos para vivir y eso era normal, no tenía por qué desear vivir, simplemente lo hacía y no había nada especial detrás de eso.

Si recordaba bien las clases de Filosofía, eso era representado por la corriente existencialista, la cual decía, en palabras simples, que las decisiones y caminos tomados durante la vida irán formando a la persona y que no hay una esencia mágica que determina cómo seremos, como actuaremos ni la vida que tendremos; básicamente, el único responsable de lo que logra o no es uno mismo. En la parte teórica, le gustaba bastante el concepto, pero en la práctica lo odiaba; sí, muy bonito ser dueño de su propio destino, pero dejarlo decidir por sí mismo era como darle un repertorio de armas a un psicópata, solo encontraría nuevas y distintas formas de aislarse y terminar con su vida lo más rápido y simple posible.