Habitación 14

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No te cohíbas, te sigo teniendo las mismas ganas de siempre, me sigo mojando solo de ver esos labios. No tengas pudor, te sigo deseando completamente desnuda; y sabes que lo digo de forma literal. Por favor, compláceme, y quítate ese pañuelo.

Así, desnuda, sin tabú y sin lamentos; me calientas y me calienta la sensualidad que desprende tu piel y tu mirada de guerrera. Esa cicatriz de 14 centímetros en tu cabeza, aunque la veas fea, para mí es una perfecta definición de amor que te ha dado la vida, y si la vida te ama, ¿cómo crees que un sencillo mortal como yo, no te tenga ganas?

Hace tres semanas, cuando estábamos en nuestros salones, yo en el tan nervioso de espera, y tú en el tan peligroso de operaciones; solo podía apreciar el dramatismo con que pasaban los minutos, y ahora que te estás mojando, y que estás sedienta de que te empiece a tocar, los minutos pierden la dignidad y comienzan a pasar rápido para ver si nos animamos a hacerlo ya.

Lo sabroso de los dulces, se mudó para tus muslos. La riqueza ya no está en el oro, ya no vive si no es en los 69, los 69 que cogen toda la lengua que nunca cogerán los codos. Tu cuerpo de ahora no tiene que sentir envidia del que tenías antes. Déjame hacer, hazme, y aprovechemos esta linda casualidad de estar ardientes en una misma cama.

Mira... las velas se parecen a tí, o más bien a mí. Sí sí, se parecen a mí. Ambos derretidos por tu presencia, calientes desde el minuto uno, y tiesos, cada uno en su estilo. Ves, son idénticas a mí; menos en una cosa: ellas están y estarán inmóviles en esta habitación, yo solo lo estaba para poderte decir todo lo que pensaba sin distracción, pero se acabó, bésame, bésame lento, por favor. El segundo polvo podría ser sexo salvaje, pero en este primero hagamos el amor.

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