4.Abogados y misterios

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"Justin Beller sigue sin aparecer, según fuentes cercanas a su familia no hay razones por las cuales haya decidido irse por su cuenta. Cualquier información que tengan sobre él por favor comunicarse con la policía local."
John trataba de prestar atención a su libro de derecho penal, pero era inevitable mirar la televisión, otro desaparecido, que quizá sería encontrado sin vida. Otro invierno, otros trece. Si se preguntan la razón por la cual sigue en Birburry, ni si quiera él tiene respuesta para eso. Y las quince becas que se acumulan en su buzón tampoco entienden la razón por la cual no responde. Quizá es el magnetismo de Birburry, después de todo, vivió en el pequeño pueblo toda su vida.
John a penas tiene veinte años, aunque su madre diga que es un anciano en cuerpo de niño. Tiene una seriedad que asusta, es de esas personas que no sueltan sonrisas por nada. Tiene un cerebro magnífico, y todos saben que es el niño prodigio, pero John solo se siente más vacío a cada segundo que pasa, piensa que quizá necesita buscarse una novia, y lo intenta, pero ninguna lo captura, es solo una noche y nada más, aunque no se queja, podría ser peor. Tiene todo lo que muchos quieren, pero él no lo desea, tiene dinero, una cara bonita, inteligencia, y sin embargo algo falta.

-Amor, iré a la tienda ¿Necesitas algo?- Su madre interrumpió sus pensamientos con una linda sonrisa.

-Quizá unas gomitas- Puso su mejor cara de inocencia, sabía que su madre no podía resistirse a él, aunque odiará que comiera dulces todo el día.

-John, debes dejar de comer esas cosas amor, te quedarás sin dientes antes de los treinta- Madeleine Starling lo miro con cara de reproche, aún cuando había dejado de ser un niño hace mucho, su hijo seguía comiendo dulces como si lo fuera.

-Vamos mamá, solo un paquete, mira, tengo los dientes perfectos- Sonrió de manera exagerada, y no mentía, tenía los dientes en una hilera perfectamente blanca, sin un defecto.

-De acuerdo, solo un paquete- La canosa mujer salió de su casa antes de que su hijo la chantajeara para que le comprara dos paquetes de dulces.

John suspiró derrotado, un paquete no era suficiente, pero al menos era algo, necesitaba parar la ansiedad, que parecía multiplicarse a cada minuto que pasaba, los exámenes finales se aproximaban y eso lo ponía nervioso, aunque no tenga motivos, todos sabían que John aprobaría sin problemas y se graduaría tres años antes de lo normal, pero el joven Sterling seguía teniendo la inseguridad de cualquier mortal.
El teléfono sonó y John se apuró en contestarlo.

-Hola amorcito- Chillo una voz masculina al otro lado de la línea, Lucas Stilinsky reía al pensar en la cara de disgusto que pondría su mejor amigo luego de escuchar su grito.

-Lucas, deja de hacer eso que me vas a dejar sordo- John negó con la cabeza, Lucas no cambiaria nunca- ¿Qué pasó? ¿Hay noticias de Justin?

-Lo único que sé es que nadie lo ha visto, y que todo es un caos, en fin, no llamaba por esto, llamaba para ver si querías venir a buscarme y después tomar algo en mi casa ¿Qué dices cielito?

-Deja de decirme así, paso por vos a las cinco - Sonrió, por fin saldría de su casa, extrañaba a su mejor amigo.

-De acuerdo cariño, te amo!- Volvió a gritar y riendo colgó antes de que John le dijera que no por el grito que acababa de pegar, incluso algunos oficiales se dieron vuelta para mirarlo- Vuelvan a sus cosas, chusmas.

John juró vengarse por ese grito.

The crimes of Birbury Donde viven las historias. Descúbrelo ahora