Capítulo IV

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Foto en multimedia: Caroline (Actriz Addison Timlin)

Mi padre me miraba con sus pequeños ojos achatados, lo que significaba que me estaba prestando totalmente la atención, esperando una respuesta convincente.

Yo podía ser bastante torpe y olvidadiza de vez en cuando, pero no era normal que perdiese algo y menos, mi móvil.

Es decir, es imprescindible, ¿qué haría yo sin tener esas largas noches de conversación con Caroline?

Frank suspiró y se cruzó de brazos.

—Mandy, te he hecho una pregunta.

—Sí, uh, esto... —Sonreí nerviosa y esquivé su mirada exigente—Yo...lo perdí.

—¿Cómo que lo perdiste? —Sus cejas se juntaron en extrañeza. —Nunca pierdes nada.

Y como había dicho, así era. Pero no podía mencionarle que estaba hecho añicos en mi habitación y menos, que me lo habían robado unos vestidos de negro y con sus rostros completamente tapados.

Creería que estaba loca o algo así.

—Tienes razón—Asentí.

—Aquí hay gato encerrado y más vale que lo dejes salir.

Nerviosa perdida, me levanté de la mesa y le di la espalda, sabía que me preguntaría que qué estaba haciendo o me mandaría que le contestase de una buena vez -si no seguramente me castigaría-y ya tenía suficiente con el dichoso trabajo de Historia,pero no podía mirarle a los ojos si iba a mentirle, ya que yo tampoco solía mentir.

—Es verdad, papá — Dije antes de que hablara él. — Nunca pierdo nada, pero lo que ocurrió, lo que ocurrió el viernes por la noche en aquella discoteca es que... es que, Oliver, sí Oliver se equivocó de bebida y tomó mi Coca-Cola...

Pude escuchar el ruido de la silla, Frank se había levantado y se encontraba detrás mía.

—Y yo bebí sin darme cuenta su vodka blanco—Dije a sabiendas de que Oliver ya tenía los 21 y podía consumir alcohol legalmente.

Cuando terminé mi mentira, me aclaré la garganta y me giré de nuevo a él, que me miraba con una ceja alzada.

—Así que te emborrachaste y perdiste el móvil después. —Asentí rápidamente.

Sonaba creíble.

—Espero que no vuelva a suceder y como me entere de que Oliver es tan descuidado contigo...

—No volverá a pasar, papá.

Suspiré aliviada esquivando sus ojos mientras Frank miraba extrañado y curioso mi gesto.

Sonreí nerviosamente en su dirección.

—Eso espero, Mandy. Te estoy dando un voto de confianza.

Frank me apuntó con su dedo seriamente y yo me atraganté con mi saliva por unos instantes.

—Tranquila, Mandy. Parece que me estás ocultando algo con la cara que pones.

Yo reí falsa e incómodamente por lo bajo y negué con la cabeza.

—No, no. Ya sabes que nunca te oculto nada, solamente temía que te enfadaras con Oliver.

—Oh, ¿así que por Oliver todo esto?

Frank elevó sus cejas sugestivamente y me guiñó un ojo.

—Papá... —Le advertí seria, aunque en realidad sentía el calor florecer en mis mejillas.

—Está bien. Me callo.

Frank junto sus labios en una fina línea e hizo el gesto de la cremallera.

—Gracias—Dije sentándome en la mesa nuevamente.

—Pues cuando descanse un poco iré a comisaría a poner una denuncia por robo para encontrar tu móvil.

Frank partió dos trozos de pan y me ofreció uno.

Le agradecí con la mirada. —No, no hace falta que hagas eso.

Partí un pedazo de pan y con él me ayudé para comer los macarrones. Tenía esa costumbre.

—¿Cómo no va a hacer falta, Mandy? Mi padre se sirvió su plato de pasta y lo metió en el microondas. —Seguro que debías tener fotos, mensajes o algo importante ahí dentro.

—En realidad no.

Mentí.

Allí tenía fotos con mis amigas y apuntes y notas para recordar las fechas importantes.

—¿Estás segura? —El microondas sonó.

—Sí—Asentí mientras Frank sacaba su plato de macarrones y se unía a comer conmigo.

Después de comer, ayudé a Frank a recoger la mesa y fregar la vajilla aún estando nerviosa y al mismo tiempo sorprendida de que me hubiese creído tan rápidamente.

Tampoco podía parar de pensar en aquel robo tan extraño, y me preguntaba quienes podían estar detrás de todo esto.

¿Por qué querían mi móvil? ¿Para qué lo querían? y lo más importante, ¿Qué tenía?

Porque dudo mucho que unas personas escondiendo sus identidades querrían robarme el móvil para jugar a los Sims.

Subí a mi habitación después de barrer la cocina y tomé mis apuntes de Historia, mi libro y estuche.

Le había dicho a mi padre que tenía que hacer un trabajo de la Primera Guerra Mundial con Caroline.

Y, en cierta manera, era verdad.

Lo que le había ocultado era algo insignificante: El trabajo era un castigo e iba a ir a casa de Caroline porque necesitaba hablarle del sospechoso robo del viernes noche.

Le di un casto beso en la mejilla a mi padre una vez en el hall.

—Estoy orgulloso de tener una hija tan aplicada—Sonrió y cerró la puerta cuando salí.

Me sentía mal por haberle mentido, pero quería averiguar esto a mi manera.

Círculo viciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora