Capítulo VIII

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Foto en multimedia: Ryan Dames (Modelo Antonio Navas)

Punto de vista de Mandy

La mañana había transcurrido bastante tranquila en el instituto a mi parecer.

Había hablado con Martín, quien nerviosamente me había propuesto comenzar hoy el trabajo, yo le había dicho que no había problema y que cuando le pareciera bien me mandara un mensaje para confirmarme la hora.

Frank parecía arrepentido por su comportamiento de anoche, tanto, que me había comprado otro móvil y se había disculpado conmigo. Yo solamente había asentido en su dirección pero de ninguna manera le había vuelto a pedir perdón por mentirle el otro día con lo del trabajo ni le había dado una sola explicación de cómo mi móvil había aparecido hecho añicos. Ni en mente tenía el dirigirle la palabra, por ahora.

Lo que sí tenía guardado para mí misma era aquella noticia acerca de Joad. No me podía creer que hubiese fallecido con tan solo cincuenta años. Yo no lo recordaba para nada ya que era muy pequeña cuando él y su hijo se marcharon de aquí a no sé dónde; lógicamente esto me lo contó mi padre hace dos o tres años. No recuerdo que mi madre los hubiese mencionado y si lo había hecho hubiera sido en vano, con tres años, ¿cómo quería acordarme?

El fallecimiento de Joad me hizo pensar muchísimo en mi madre, en cuánto la echaba de menos aún habiendo pasado muy pocos ratos con ella; era un sentimiento extraño que me unía a los pequeños recuerdos de su risa o de sus caricias. Pero nada más.

Me encontraba en mi cuarto, el portátil descansaba en mis piernas.

Llevaba cerca de una hora buscando más información de la Primera Guerra Mundial, intentando facilitarnos el trabajo a Martín y a mí.

Suspiré cansada y, haciendo el pórtatil a un lado, me tumbé boca arriba en mi cama. Solamente quería dormir.

Con este pensamiento se me fueron cerrando los ojos. El sonido de mi móvil me sacó de mi ensoñación, prohibiendo la petición de mi cansada mente a dormir.

Refunfuñé. Deslicé mi dedo por la pantalla de mi móvil, marcando la contraseña gráfica y leí:

«Hey Mandy! espero que no te importe...»

Clicqué en el WhatsApp para ver el mensaje.

Era de Martín.

«Hey Mandy! espero que no te importe quedar otra tarde. Me ha surgido un imprevisto y no puedo ir a hacer el trabajo. Cuando nos veamos lo hablamos mejor, vale? Ya lo siento, un beso :)»

Junté mis cejas en confusión. No entendía lo que me estaba diciendo. Es decir, esta mañana me había dicho que podría quedar. Le tenía que haber surgido algo de un alto calibre.

Suspiré medio enfadada pero no me quejé en la respuesta que le escribí.

«Hey! No pasa nada, ya hablaremos mañana si eso. Espero que todo esté bien por ahí. Xoxo »

En realidad en estos momentos quería la peor de las torturas para él ya que me urgía terminar el trabajo cuanto antes; la semana siguiente la tenía completita de examenes.

Mi móvil sonó entre mis manos y supuse que sería Martín, así que no lo leí y bloqueé la pantalla.

Retomé mi trabajo. Busqué, comparé algunas páginas y copié y pegué la información en el Word junto con la que ya tenía de ayer.

Me calcé en mis botas negras y me dirigí al baño.

Me peiné un poco y me apliqué rímel en mis pestañas, aportando más vida a mi mirada.

Círculo viciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora