11- Toda La Verdad

5.1K 491 47
                                    


---

Le acariciaba el cabello, deslizaba suavemente los nudillos de sus dedos sobre su mejilla erizada, mientras se perdía en sus ojos celestes, que reflejaban nervios y confusión.

—Eres perfecta. Eres única, Valentina —le dijo Juliana, con las pupilas dilatadas y los ojos oscuros llenos de deseo.

El corazón de Valentina latía con fuerza; Juliana no tenía por qué decirle esas cosas. No tenía que usar el romanticismo después de haber tenido sexo; se suponía que solo era placer y deseo, no habían hecho el amor. Ni siquiera se soportaban, no eran amigas, eran como el agua y el aceite. Todos esos pensamientos inundaron la mente de Valentina mientras observaba a Juliana, que continuaba acariciándole el cabello y el rostro con una mirada penetrante que la hacía perderse en esos hermosos ojos marrones que la estaban volviendo loca. Juliana le gustaba, le gustaba demasiado, y eso la asustaba. La asustaba mucho.

—Tengo que irme —susurró Valentina, despertando de su trance—. Tengo que irme de aquí —dijo, alejándose de Juliana y saliendo rápidamente de la cama, empezando a vestirse con desesperación. Quería salir de ese lugar, necesitaba estar lejos de Juliana, su enemiga y la persona por quien no quería sentir nada más que "odio".

—Espera, Val, yo te llevo —dijo Juliana, también saliendo de la cama y buscando algo para vestirse.

—No, no. Yo me iré sola...

—Pero Valentina, mira la hora que es. Ya es muy tarde para que te vayas sola. No voy a dejar que lo hagas —argumentó Juliana, intentando acercarse a ella. Pero esta se alejó, con la voz temblorosa.

—¡Te dije que me voy sola! —gritó la castaña, haciendo que Juliana diera un paso atrás, levantando las manos en señal de paz, sin entender el comportamiento de Valentina, que parecía más alterada que nunca.

—Lo siento, pero no quiero que me lleves —le dijo, un poco más calmada.

—Está bien. Pero por lo menos deja que Alirio te lleve, ¿sí? —Valentina la miró en silencio, todavía con las manos en la cintura, mientras se vestía—. Por favor. Así estaré más tranquila sabiendo que no andarás sola.

—Está bien —aceptó Valentina tras un momento de vacilación.

—Gracias —dijo Juliana, rápidamente poniéndose un camisón color beige—. Dame un minuto —añadió antes de salir de la habitación.

Valentina se dejó caer sentada en la cama, suspirando profundamente. Se sentía presionada, abrumada por la dulzura de Juliana. Hubiera preferido que ella simplemente la ignorara después del sexo, que le diera la espalda y no le volviera a hablar. Miró hacia el techo y nuevamente se llenó de pensamientos. Indirectamente, esos pensamientos la perturbaban, sacándola de su enfoque en odiar y despreciar a Juliana. Ese era su único escudo para protegerse de los sentimientos más profundos que empezaban a aflorar en su corazón.

—¿Estás lista? —Valentina salió de sus pensamientos al escuchar la voz aguda de Juliana, quien estaba parada en la puerta.

—Alirio te está esperando abajo.

Valentina se puso de pie, pasando al lado de Juliana, quien la detuvo al agarrarla de la mano.

—Me avisas cuando llegues a tu casa, ¿sí?

Valentina asintió con una débil sonrisa y una mirada fría, antes de soltarse de su agarre y bajar rápidamente las escaleras. Juliana se acercó a la barandilla, observando a Valentina bajar y siguiéndola con la mirada hasta que salió de la casa.

La castaña se marchó, dejando a una Juliana llena de confusión; no entendía qué pasaba con Valentina. La veía tan bipolar y alterada que también la confundía a ella. Habían pasado toda la tarde juntas, disfrutando de sexo, compartiendo un plato de cereal de avena con frutas (elección de Valentina), haciendo chistes y, en ocasiones, dándose un baño juntas para finalmente terminar en un abrazo de desenfreno.

Stay Together| EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora