2- La Detesto

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Unas horas después, Valentina estaba sentada en la sala de la casa de su abuela, revisando su teléfono con desinterés. Aunque la casa de doña Mechi era acogedora, no dejaba de sentirse atrapada en un lugar que consideraba por debajo de ella.

—¿Cómo es posible que tenga que pasar tres meses aquí? —murmuró para sí misma mientras pasaba una foto tras otra en su feed de Instagram.

En ese momento, Esmeralda entró a la sala, sacudiéndose las manos tras haber terminado de ayudar a su abuela con las cajas.

—Oye, ¿quieres salir a dar una vuelta? Podríamos ir a la tienda por algo para picar —le sugirió Esmeralda, tratando de animar a su prima.

Valentina levantó la vista con una expresión que combinaba incredulidad y desdén.

—¿Salir? ¿Aquí? Ni loca. Además, ya viste a la fauna que habita en este barrio —dijo, refiriéndose claramente a Juliana.

Valentina suspiró, aún recostada del sillón, mientras Esmeralda la miraba con una sonrisa persistente. Sabía que su prima era difícil de convencer, pero también sabía cómo presionarla en los puntos correctos.

—Entonces, ¿qué tal si vamos a esa boutique que tanto te gustó cuando llegaste? —sugirió Esmeralda, jugando con la idea de llevarla a un lugar que Valentina considerara lo suficientemente elegante.

—Mmm... —Valentina fingió pensarlo un momento, aunque la idea le resultaba tentadora—. Bueno, supongo que podría ser, pero nada de tiendas de mala muerte, ¿entendido?

—¡Lo prometo! —respondió Esmeralda con entusiasmo, sabiendo que había ganado una pequeña batalla.

Valentina dejó el celular a un lado y, con un suspiro, se levantó del sillón. Aunque el barrio no le agradaba, la idea de ir de compras siempre lograba sacarla de la monotonía. Además, después del incidente con Juliana, sentía que necesitaba un poco de "retail therapy" para aliviar su mal humor.

—Bueno, vamos entonces —dijo Valentina, ajustándose el cabello y dirigiéndose al espejo para un último retoque.

—¡Genial! Vas a ver que te va a gustar más de lo que piensas —dijo Esmeralda, tomando su bolso y siguiendo a Valentina hacia la puerta.

Mientras salían de la casa, Valentina no pudo evitar pensar en Juliana y en la ridícula escena del taller. Aunque intentaba convencerse de que la odiaba, había algo en la actitud segura de Juliana que la molestaba más de lo que quería admitir.

—Espero no cruzarme con esa tipa otra vez —murmuró Valentina mientras salían a la calle.

—¿Juliana? —preguntó Esmeralda, adivinando el motivo de su molestia—. Vamos, Valen, no le des tanta importancia. No vale la pena.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Esa mugrosa me sacó de mis casillas —respondió Valentina, caminando con paso firme.

Esmeralda sonrió para sus adentros, consciente de que el encuentro entre Valentina y Juliana no sería el último. Sabía que ambas eran demasiado obstinadas como para ignorarse por mucho tiempo.

Cuando salieron de la casa, la primera persona que vieron fue a Juliana, quien estaba trabajando como siempre; llevaba un overol de mecánico hasta la cintura y un ajustado crop top blanco que destacaba su abdomen plano y musculoso. Tenía una pequeña toalla en las manos y miraba a Valentina mientras se las limpiaba.

— La detesto — murmuró Valentina mientras observaba a la morena desde la puerta de la casa.

— No sé por qué te cae mal Juliana. Ella es un amor de persona — le dijo Esmeralda al escucharla. — Además, está bien sexy la cabrona. Tiene a todas las mujeres del barrio dudando de su sexualidad. Yo soy una de ellas — añadió Esmeralda, mordiéndose el labio inferior.

Stay Together| EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora