Ojos cerrados: Veintiocho

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Me sentía confundido, preocupado y nervioso. Las palabras del abuelo del señor Jung Kook no me habían dejado en paz desde el mismo instante en que las había escuchado. Él conocía a mi madre, lo sabía, no era para sorprenderse, especialmente considerando que mi propia madre había trabajado en aquella casa. Pero mi padre...

Eso era algo diferente ¿De dónde lo conocía? ¿Por qué cuando me habló de él me dio una extraña sensación de inquietud? Nunca había pensado en mi padre, mucho menos me hacía las preguntas que ahora estaban en mi cabeza rondando.

¿Dónde estaría? ¿Quién era realmente? ¿Por qué un hombre como el señor Jeon lo conocía? ¿Por qué había hablado de él como si hubiera algo más que yo debería saber sobre mi padre? ¿Por qué me importaba ahora cuando nunca lo había hecho?

Algo me decía que yo no conocía la historia completa, lo ocurrido con mi madre y aquellos hombres que la habían atacado, entre ellos mi padre, pero...

—¡Ah! —levanté mi mano rápidamente y miré la salsa hirviendo en la olla. Demonios, me había quemado con la salsa por estar pensando en otras cosas mientras cocinaba.

—Tienes la cabeza en otro lado —me susurraron de pronto justo a mis espaldas.

En seguida me voltee, nervioso y sorprendido, no obstante, mi nerviosismo se volvió felicidad cuando vi al señor Jung Kook frente a mí, mirándome con amabilidad y una sonrisa.

—Hola, Bebé —me dijo y sin más, plantó un beso en mis labios.

Estaba algo perdido. ¿Cuándo había llegado? ¿Había estado tan extraviado en mis propios pensamientos que ni siquiera me había dado cuenta? Al parecer, sí. Me sonrió de nuevo y miró mi mano lastimada.

—Ven, tienes que poner la herida debajo del agua —dijo de nuevo, tomando mi mano con cuidado para llevarme al lavabo de la cocina, abrió el grifo, colocó mi mano debajo del chorro y de nuevo me miró —, ¿mejor?

Asentí con mi cabeza aun sin poder decirle nada. Lo miré, mientras él me continuaba mirando con su sonrisa suave marcada en sus labios.

—¿Cuándo llegaste? —Le pregunté por fin. Él suspiró y negando con la cabeza, me dijo:

—Acabo de llegar, Im ya se fue, me dijo que estabas aquí en la cocina, entré pero ni siquiera lo notaste ¿en qué pensabas, eh?

Parpadee y enseguida aparté mis ojos de los suyos.

—En nada —susurré —, bueno, sí, pensaba varias cosas, pero...

—Divagas demasiado, mi niño —me dijo interrumpiendo mis pensamientos una vez más...

—Lo siento —susurré mirando ahora hacia el suelo.

—Hey, hey, no lo dije para que te disculpes, ni tampoco para que te pongas triste —me dijo enseguida, levantando mi barbilla con una de sus manos, para permitirme verle la sonrisa más hermosa de todas —, conmigo puedes pensar en voz alta si quieres, gruñir, balbucear, incluso gritar, no te reprimas conmigo ¿ok?

Asentí de nuevo y sin poder evitarlo le sonreí.

—Terminaré la lasaña —le dije.

—No, no es necesario —me aclaró.

—Claro que sí, ya está todo listo, solo tengo que armarla y...

—Bebé, te quemaste —me interrumpió de nuevo, pero con su tono de voz amable podía saber que estaba preocupado.

—Esto no es nada —le respondí mirando ahora mi mano cubierta por una toalla limpia —, no me duele tanto.

Levanté mi vista y pude notar su ceño fruncido.

Ojos negros (Kookgi) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora