5 de la tarde, Teo llega a su casa después de comprar su cena en un puesto de empanadas manejando un carro prestado que le dio Gerardo. Teo tiene la mala maña de apretar muy fuerte cualquier botón hundiendo sus rasposos dedos, el control remoto que abre el portón del edifico donde vive está casi inservible, el viejo mañoso siempre se desespera apretando con fuerza el pobre botón rojo hasta hacerlo funcionar, seguramente en unos pocos días tendrá que cambiarlo por uno nuevo.
El óxido del portón cruje al final de su apertura, un sonido agudo y sucio que molesta a Teo dos veces al día. Teodoro es un excelente conductor, con elegancia manipula el volante del carro estacionándolo a la perfección, baja del carro, cierra la puerta con cuidado y camina unos cuantos pasos al ascensor del estacionamiento, se da cuenta que la puerta del carro no cerró bien, se devuelve y tranca la puerta de una patada.
El mecanismo del ascensor se activa elevando el pequeño cubículo de metal, una maquinaria tan vieja como el señor Teo, tiembla en cada piso y rechina en ocasiones. Se detiene el ascensor y la pantalla numérica titila en el piso 4, abre la puerta y entra una mujer madura con una pequeña niña.
La gente del edificio conoce muy bien a Teo, aunque no habite a menudo en su apartamento, algunos lo respetan, es uno de los pocos inquilinos que milagrosamente paga el condominio a tiempo, pero otros le temen como si fuera un perro callado con rabia esperando el momento preciso para hincar los colmillos. La mirada de la mujer lo dice todo, a ella no le agrada Teo y la espera del piso 4 hasta el 8 donde vive el viejo le parece eterna, hubiese preferido esperar a que el ascensor bajara a recogerla de nuevo, pero solo funciona un solo elevador en el edificio, suele llenarse de gente y la mujer con su pequeña estaban retrasadas a su cita.
La luz del ascensor es opaca y algunas veces pestañea, sin embargo Teo no se quita los lentes de sol, le gusta observar a los inquilinos a través de ellos. Con cordialidad detalla a la pequeña, delicada como un pétalo e inocente como la misma infancia, por breves momento le recuerda a como fue Lucia, su primera hija que ahora debe tener unos 24 años, pero un pensamiento oscuro como una mancha de petróleo que cae sobre un mantel blanco humedece su mente y derrite su hermoso recuerdo, la memoria lo ataja y la pequeña le recuerda a otra persona, la pobrecita Diana, la nieta de su jefe Gerardo, fue abusada sexualmente por el degenerado del que esa misma noche él se iba a encargar.
La niña lo observa de reojo y con un gesto poco amistoso Teo tose con fuerza, la coincidencia es tal que el alarido del viejo se sincroniza con un pestañeo de luz que mata de infarto a la pequeña. Finalmente la puerta se abre, Teo se despide amablemente y desaparece en los pasillos del piso 8, dejando libres de tortura presencial a la pequeña y su madre.
El recuerdo de la nieta de su jefe todavía vaga por su cabeza, ahora Teo se convierte en un vengador, uno justiciero pero no de una causa justa, convertido en un verdugo de la verdad, una justicia equitativa entre comillas. Piensa en la justificación de lo que hará esta madrugada, recapacita las palabras de Gerardo y por último con un gesto de asco dice en voz alta:
-¡La moral me sabe a mierda!- y abre la puerta de su apartamento.
Al entrar se dirige a la cocina, prepara un café con leche y se sienta a comer rompiendo la bolsa de las empanadas para tomarlas con hambre. Las tostadas de queso y papa crujen dentro de la boca del viejo en el silencio espectral de su hogar, se escucha hasta el tragar de su alimento pasando por su garganta junto a los pequeños y sonoros sorbos del café.
Rápidamente entra en su habitación se quita el uniforme quedando en boxers, busca y elige cuidadosamente su ropa ordenada y sujeta con la mano la ropa interior limpia, una franela blanca y un short azul oscuro, Teo se mete en el baño y se sienta en el trono mientras se fuma un cigarrillo, luego entra en a la ducha y toma un baño.
Pensativo en el trabajo sucio que concebirá en algunas horas Teo se acuesta en su cama esperando la llamada de su jefe.
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El Pasajero
УжасыTeodoro Perdomo es un viejo policía corrupto que disfruta en estafar, molestar o engañar a quien se cruce en su camino. Ayudando a su jefe decide escoltar a un peligroso criminal por las carreteras nocturnas de Venezuela sin saber que algo sobrenatu...