Capítulo 5: Las entrañas de la muerte

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Miércoles, octubre 09, 1991.

Bonnie Parker:

El chico aparcó el auto cerca de las vías del tren, vías que llevan hasta Brownback. Abrió la puerta trasera y sacó una escalera pequeña.

— Así que aquí será nuestra gran cita.

A Bonnie le temblaba la quijada y frotaba sus manos contra sus brazos. Tenía puesta una sudadera que Frederick le dio. Estaba en los asientos de atrás, de seguro era de su padre. La chica solo veía árboles en todas direcciones y las vías no le parecían el mejor lugar.

— Espera a que lo veas tu misma.

— ¿Que? ¿Algo sobrenatural?

— ¡Muy graciosa!

Frederick cerro el maletero y echo las llaves al bolsillo. Cargó la escalera con la mano derecha y dio comienzo con el camino entre los árboles. Bonnie no podía creer que se mezclarían entre esos troncos, ensuciarían sus zapatos. Eran blancos y los lustró bien antes de salir de casa, quería dar una buena impresión.

Pero no quiso molestar a Frederick con eso. Ya mucho había hecho sacando el auto de su padre. Así que corrió detrás de él, en ese transcurso de tiempo creyó que usar la palabra "sobrenatural" a las 12:27 de la noche no era buena idea. Las botellas de cerveza tintinearon al agitar su cuerpo y al ver a Frederick rodeo con sus manos su brazo izquierdo para caminar a su lado.

— ¿Qué tal siguen las cosas con tu padre?

— ¡Padrastro! — aclaró con huellas de molestia en sus palabras —. El cree que todo va bien, yo solo sigo el juego e intento no hablarle mucho para no caer en pláticas absurdas.

Las hojas doradas se rompían paso a paso y a Bonnie le parecía que lo mismo ocurría con la relación padre e hijo. Conoce lo que le pasó a la madre de Frederick y está un poco enterada acerca de la situación familiar. La familia por parte de su madre no es muy buena, en el sentido económico, al menos Terry tiene algo decente que ofrecerle.

Ella se mantuvo a cerrar la boca. Frederick le dijo que sacara la linterna de su bolsillo. Disparó el rayo de luz al camino que tenían al frente. Hojas y césped eran las dueñas de lugar. El viento rosaba con suavidad las cortezas de los troncos. El ulular de los búhos se apreciaba a lo lejos y el frio vuelve a ser de las suyas en el cuerpo de la chica...

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Frederick McAllen:

— Aquí. ¡Nuestro destino!

Frederick notó que Bonnie tenía la cabeza gacha. Ya no le sujetaba el brazo, hace minutos ella había desistido sus caricias. No sabía que decir. Tenía nervios, no era la primera vez que se veía con ella, pero al verla los nervios siempre lo hacían a la manera que ellos quisieran.

El Hombre De Las MáscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora