Capítulo 1: ¡Bienvenidos a Bringtown!

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Lunes, octubre 07, 1991. Terminando la primavera.

Terry McAllen:

Un vehículo blanco policial rueda a velocidades altas por la carretera de Bringtown. La sirena esta encendida, las luces rojas y azules compartían propiedad con la iluminación de los faroles. Los hogares desfilaban a los costados casi imperceptibles a los ojos de los ocupantes del vehículo. El conductor quita a pocos el pie del acelerador para girar en la curva y hacer chillar las ruedas.

— ¿Estás seguro de que esa es la localización?

Terry McAllen va al volante. Está a la espera de que se confirme el lugar en el que ha ocurrido el suceso. Arrastra su palma por el hule que cubre al volante y lo sujeta con fuerza.

— Espera... ¡Maldita sea! tu porquería no tiene señal — Braxton el jefe de comisaría ruge con enfado, tira el celular hacia los asientos de atrás y cae en los regazos de un hombre.

— Ten paciencia — señalo Mike llevando el aparato hasta su oreja.

— De prisa chicos, la intersección llega.

Rhinbell. ¡Río Rhinbell! — expresa Mike con el móvil sobre su oído.

Proporcionando más fuerza al volante se inclina a la izquierda para ampliar su panorama del carril izquierdo. Hunde con seguridad el acelerador y adelanta el auto del frente. Al llegar a la intersección, el semáforo está en rojo, pero Terry se sube a la acera y gira a la derecha sin voltear a los lados. El chillar de un auto revienta en el lugar y una chica suena el claxon.

— Así nos matarás, tenemos que llegar ¿lo recuerdas?

— No esos comentarios Braxton. Déjame conducir en paz.

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Scott McAllen:

El olor a carne recién cocida conquistaba la plaza central del pueblo. Familias se reunían por el anuncio del concurso anual y por el discurso que daría el alcalde. Pequeños emprendedores no dejaban pasar la oportunidad, con toldos que se extendían a lo largo de la plaza para vender todo tipo de comidas. Con espíritu valiente y emprendedor reflejaba a un pueblo que nunca perdía su esencia. Banderas con el dibujo de una calabaza eran alzadas por los niños en hombros de sus padres.

Los últimos rayos del sol despuntaban a orillas de las montañas, para darle poco a poco la custodia del lugar a la noche. Indicándole a Scott McAllen que ya era hora de presentarse. Viste de traje, está ajustado y le cuesta rascar su tobillo. Aquella cicatriz vieja siempre le daba comezón.

— Disculpe señor — Noah Mayer su representante alzaba la mano para dirigirse a él, era un hombre modesto, aunque con clase —. Lo noto nervioso.

El Hombre De Las MáscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora