H O G A R

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HOGAR

III

Unos días después de eso, Gerard se dio cuenta de que ya no había necesidad de quedarse. El clima más frío había comenzado a caer, mucho más pronto que en Estados Unidos, y aunque Gerard ya había pasado muchos inviernos aquí, ninguno de los dos estábamos preparados. No tenía ni idea de que las estaciones fueran tan diferentes del otro lado del océano. Sabía que había llegado a finales del verano, y de repente, un día, me desperté y tuve que ponerme suéter antes de salir y luego ese día, tuve que ceder y salir y comprar una chaqueta en la tienda del mercado. Y una vez que compré la chaqueta pareció que le di una invitación al clima más frío para entrar en nuestras vidas, y literalmente, en nuestro apartamento.

Gerard tomó la decisión de irse, como lo hacía con la mayoría de sus decisiones, mientras estaba sentado en silencio y solo. De todos modos, al principio no me di cuenta de su naturaleza sumisa. Nos habíamos metido en nuestras propias pequeñas rutinas, a pesar de la espontaneidad de nuestras vidas y de no tener un sentido real del tiempo. Sus mañanas solían consistir en levantarse al amanecer y hacer café, sentarse junto a la ventana y mirar a través mientras dibujaba. A veces salía a caminar, pero con el clima como había estado últimamente, se quedaba en el interior. Esa mañana, ni siquiera estaba dibujando. Estaba sentado muy, muy erguido, con un café en la mano. Miró por la ventana con una austera mirada contemplativa dirigida a algo lejano en la distancia. Lo miré desde la puerta por un rato, sintiéndome invisible. Cuando pasé junto a él para tomar mi café, me miró y luego, con un suspiro, volvió a mirar por la ventana.

Luego sacó su cuaderno de bocetos, y en ese momento estaba observando sus acciones con gran interés, dibujó una Torre Eiffel y puso un corazón en el centro. No un corazón genérico y cursi. Era un corazón humano real; con venas, vasos sanguíneos, tejido muscular y tendones. Tuvo que sacar un libro médico que guardaba en la parte de atrás de uno de sus estantes para guiarse. Fue en lo que trabajó toda la mañana, sólo se detuvo para fumar mientras hojeaba diferentes páginas para ver mejor el ventrículo izquierdo. Se quedó mirándolo durante horas y yo lo miré, todavía sin darme cuenta de lo que estaba pasando.

Pasé a mi pequeña rutina después de un tiempo y dejé a Gerard siendo Gerard. Caminé hasta nuestra cafetería, sin darme cuenta de que sería la última vez que estaría ahí, y compré nuestros cafés favoritos. La dueño de la tienda se había acostumbrado tanto a mi presencia y comprendía mi falta de francés. Ella siempre empacaba exactamente lo mismo para mí para que no tuviera que arriesgarme a tropezar con mis palabras. Le sonreí, dije la única frase en francés que conocía con confianza, Merci, y me fui con los cafés en la mano. Cuando abrí la puerta al regresar, Gerard miró hacia arriba. Sonrió, muy cálidamente, pero se vio muy diferente.

-"Espero que tengas más apetito que eso"-, me dijo, mirando mi croissant a medio comer. -"Quiero llevarnos a almorzar."-

Comimos como reyes. Debí haber sabido que algo estaba pasando cuando Gerard seguía pidiendo más y más y más comida, pero no lo hice. Yo era sólo un pequeño artista codicioso y desnutrido y comimos hasta que se nos hinchó el estómago. Ambos habíamos adelgazado bastante para ese punto. Sin camisa, nuestras cajas torácicas sobresalían cuando levantabamos los brazos demasiado alto o respiramos demasiado profundo. Con la inmensa cantidad de comida en nuestro sistema, nuestras tripas se extendieron, mientras todavía manteníamos la jaula de la pobreza envuelta fuertemente a nuestro alrededor, como un velo visible. No habíamos comido comidas regulares en tanto tiempo, fue un alivio sentirnos llenos de nuevo. Nuestros cuerpos estaban enrojecidos por el exceso de energía y emoción, y nos reímos hasta que nos dolió y pensamos que arrojaríamos toda la comida cara que acabábamos de consumir. Nos tomó años caminar al apartamento, y el viento frío y amargo que había comenzado a soplar no nos afectaba. No permitimos que eso nos rompiera el ánimo porque era lo más feliz que habíamos estado.

2. The Epilogue (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora