3

1.4K 126 191
                                    

.
.
.

El sonido de la gotera le estaba volviendo loco, no sabía cuanto tiempo ya llevaba escuchando aquel molesto golpeteo. Abrió sus ojos con pesar, observando el techo agrietado del lugar que ya conocía bastante bien, soltando un quejido cuando trató de mover su brazo lastimado. Sentía punzadas a lo largo de su cuerpo, y no era para menos, llevaba días con aquella rutina de golpes y cortadas por parte de la mafia.
¿Por qué no lo mataban? Era lo que llevaba preguntándose desde que lo encerraron en aquel sitio, ¿a qué estaban esperando? Realmente no lo entendía.
Ya no podía más.
A cada segundo rogaba para que aquel sufrimiento terminara.
Se apoyó como pudo sobre sus dos manos, quedando con su mirada puesta sobre el suelo, observando este fijamente. Contó hasta tres y movió su cuerpo hasta quedar arrodillado, soltando leves quejas ante el dolor que sentía. Buscó con su mirada aturdida la fuente del sonido, comenzando a arrastrarse hasta esta con lentitud.
Tenía sed, aquellos sujetos no le alimentaban ni daban algo para beber.
Con sus manos formó un semi-circulo, posicionando estas bajo las gotas de agua, esperando paciente hasta que sus extremidades se llenara un poco con aquel líquido, para seguido acercarlo temblorosamente hasta sus labios. Su garganta ardió cuando lo poco y nada de agua bajó por esta, cerrando sus ojos con molestia.

Suspiró, el poco esfuerzo que había hecho era suficiente para dejarlo agotado. Se acomodó con lo último de fuerza que tenía, quedando sentado en el suelo, apoyado contra una de las paredes cercanas. Apoyó su frente sobre sus rodillas, abrazando estas mismas, y sintió como sus lágrimas comenzaban a empapar su rostro.

"Por favor, ya no lo soporto."

Lloró en silencio, su noción del tiempo se había perdido, estaba en el limbo de la vida y la muerte y ya no lo soportaba.
El sonido hueco de la puerta le hizo temblar, alguien había ingresado en el cuarto.
Sentía miedo.
Sus latidos se aceleraron y su respiración se volvió irregular. No quería alzar su mirada, prefería esperar su golpiza en aquella posición, de cierta manera de sentía más seguro así.
El hombre que no le temía a nada hace días había desaparecido, ahora su cuerpo estaba consumido por el terror y la tristeza.
Algo estrellándose contra el suelo le desconcertó, haciendo que su rostro se alzara apenas algunos centímetros, un plato se encontraba frente a el, y por lo que podía notar era un trozo de pan.

Come. ー Aquella voz hizo que sus vellos se erizaran, guiando su vista esta vez al chico enmascarado de pie frente a él.

Volvió a agachar su rostro, escondiéndolo en el espacio entre sus piernas, a pesar de que su estómago gruñía por algo de comer, ya no podía seguir forzando a su cuerpo, estaba demasiado débil. Unos pasos le hicieron encoger más sus extremidades, preparándose mentalmente para lo que fuera a pasar.
Pero ningún golpe llegó.

Abre la boca.

Con temor giró su rostro, notando lo cerca que estaba aquel trozo de comida de su cara. No objetó y simplemente acató la orden, abriendo con lentitud su boca. Masticó con dificultad, sintiendo un leve dolor en su cavidad bucal, después de todo ya había perdido la costumbre de comer, era casi como volver a sus inicios. Tragó la comida luego de algunos minutos, mordiendo su labio inferior para evitar un jadeo, y se atrevió a mirar al adverso.

¿P-Por qué? ー Preguntó bajito, sintiendo sus ojos pesados.

El de negro no respondió.
Cerró sus ojos cuando vio la mano de este acercarse, ·ya se estaba demorando· pensó, pero nuevamente ningún golpe impactó sobre su piel.
Su mejilla por alguna razón se sentía cálida, ¿qué estaba pasando? Abrió sus ojos lentamente y observó al adverso.
¿Por qué le acariciaba de aquella manera?
Trató de hablar, pero ningún sonido salía de sus labios, quizás era mejor callarse y simplemente dejar que hiciera lo que quisiera.

все вместе (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora