INVIERNO

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La nieve ha cubierto todas las calles de París, decorandolas con un espeso manto de nieve blanca, que obliga a los ciudadanos de la ciudad a moverse de una manera más lenta, para evitar caídas inoportunas.
Salgo fuera de la Galerias Lafayette Homme, y el frío helado de la calle me golpea y me devuelve a la realidad: la gente de mi alrededor se mueve rápido, con prisas, estresados por acabar con las últimas compras de Navidad: algunos van hablando por teléfono, otros llevan tantas bolsas que ya no saben por dónde van; también están los maleducados que van dando empujones, como si fueran los únicos que tuvieran prisa...
Si pudieran pararse un momento y relajarse, verían que pequeños copos de nieve empezaban a descender del cielo y además de aumentar el manto de nieve de la calle, también decoraban la ropa de los que paseaban con tanta prisa. 
En medio de todo este alboroto, de repente se escucha un coche que chirría al frenar de forma repentina y un seguido de palabrotas en francés que no me atrevería ni a repetir...
Alzó la cabeza para ver lo sucedido, y la veo. A la mujer de la tormenta, a la mujer que llevo meses buscando pero sin tener éxito, a la mujer que me deslumbró con su impasibilidad aquel septiembre que me parece tan lejano…
Lleva un paraguas blanco que la protegen de los débiles copos de nieve que se precipitan del cielo, un largo abrigo rojo acompañado de una larga bufanda negra que la resguarda del helado frío de la calle y unas pequeñas botas de tacón que le quedan preciosas…
Permanezco de pie durante unos segundos, observando cómo se disculpa con el coche que casi la atropella y viendo como se dirige hacia las Galerías. Asi que despues de haber recibido unos cuantos golpes y insultos por haberme quedado parado en medio de la calle, me dirigo corriendo hacia el interior, siguiendo el rastro de la mujer misteriosa
Al llegar al interior de las Galerías, la realidad me golpeó de frente: ¿Cómo pretendo encontrar a esa mujer entre todo este mar de gente que hace sus compras de navidad? 
Doy una pequeña vuelta por la planta baja, observando mi alrededor para ver si la encuentro pero me rindo… Es imposible encontrar a una persona con la de gente que hay en esos momentos. Así que doy media vuelta y cabizbajo me dirigo a la salida cuando tropiezo con alguien, a quien se le cae la bolsa que llevaba en las manos.
-Perdone.. No era mi intención chocar con usted.. .
Cojo la pequeña bolsa del suelo con la intención de devolverla, asi que levantó la vista y no puedo creer lo que veo: allí delante de mí, está la mujer misteriosa.
-Usted es el señor de la tormenta...
Al escuchar eso yo me quedo callado, sigo impactado por haberme encontrado con ella, otra vez. La gente que pasa a nuestro alrededor nos va dando golpe, indicando que estamos molestando al estar en medio del paso, pero a mi no me importa. Ella se ríe al verme tan callado, tiene una sonrisa maravillosa.
-Le ha costado mucho encontrarme... He llegado a pensar que se había rendido...
-Usted no es que sea  fácil de encontrar...
-Que extraño.. Yo hubiese dicho todo lo contrario.
Me dedicó una de sus sonrisas, se gira sobre sus talones y sale por las puertas de la galería. Yo me quedo unos segundos impactado pero rápidamente la sigo al exterior: fuera la gente sigue igual de estresada, los coches siguen haciendo el mismo ruido, los copos de nieve siguen cayendo… Me cuesta ver donde se encuentra hasta que veo su gran paraguas blanco abrirse, asi que corro en su dirección.
-Eh señorita…-ella se gira y me sonríe- Se ha dejado usted la bolsa.
-Quédesela usted.. Considérelo un regalo de Navidad.
Ella se vuelve y sigue caminando en la dirección en la que iba antes de que la parara
-Espere…-ella se vuelve a parar y yo me acerco a ella- ¿La volveré a ver?
-Eso no depende de mi.. Es usted quien debe encontrarme...
-¿Puedo, al menos, saber su nombre?
- Prefiero que siga siendo un misterio… Sino el juego no tiene gracia...
Ella se ríe, da media vuelta y se aleja de mí, dejándome quieto viendo como se aleja y viendo como entra otra vez en el mismo coche que se la llevó el día de la tormenta… Pero esta vez, me memorizo la matrícula para poder encontrarla. 
Después de ver cómo el coche se aleja por la calle hasta desaparecer, retomo mi camino y me marcho en dirección contraria, hasta que me acuerdo de la bolsa que me ha regalado: la abro y me encuentro con un preciosos guantes de piel marrón oscura, acompañados de una etiqueta que pone: Feliz Navidad, señor de la tormenta, escrito con una letra delicada y femenina.
Y así, con mi regalo de Navidad y con el pensamiento de haberla vuelto a ver y de que ella me haya reconocido, me dirijo feliz a mi casa.

Un año en ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora