París en verano es como vivir dentro de un horno, pero si a eso le añades una ola de calor que lleva dos meses azotando la ciudad y una sequía de lluvia nunca vista, París acaba convirtiéndose en una gran hoguera que lleva sin apagarse meses.
Los rayos del sol que iluminan la ciudad proporcionan calor y luz en toda la ciudad y el cielo está totalmente despejado, sin ningún rastro de cualquier nube, por mínima que parezca. El paisaje de la ciudad, pero, sigue siendo hermoso: los árboles están más verdes que nunca, las flores ya han florecido del todo, y ofrecen un colorido precioso a la ciudad.
La gente, pero, no se ha tomado esta ola de calor muy bien: la gente camina más malhumorada y estresada que de costumbre, buscando siempre zonas de sombra y sin pararse a mirar el bonito paisaje colorido. Mientras voy caminando por la calle, por primera vez en mi vida, hay gente que se queda sorprendida al verme. Al fin y al cabo, voy vestido con traje negro de fiesta, con una gran sonrisa estampada en la cara y en pleno mediodia en la hora punta de calor y eso a la gente le extraña. Deben estar pensando si me he vuelto loco o alguna cosa parecida.. Y la verdad es que un poco loco si que estoy.
Me dirijo hacia la explanada del Museo del Louvre, cuando la veo de lejos: está sentada en un banco de piedra, va vestida con un espectacular vestido rojo intenso, con unos tacones altos del mismo color y su melena avellana,un poco más larga que la última vez, suelta con algunos mechones de pelo descansando en sus hombros.
Me dirijo hacia ella silenciosamente, por detrás, para darle una sorpresa, así que cuando llegó a su altura, le doy unos toquecitos en la espalda que hacen que ella se levante y se gire hacia mi dirección inmediatamente pero se sorprende al verme.
-¿Alexandre? - yo asiento y ella me sonríe- Me has encontrado.
-Se lo prometí, señorita… Y tiene usted razón, no es que se esconda bien, era yo el que no buscaba de manera correcta- y le sonrió.
-Lo ve.. Debería haberme hecho caso desde el principio.
Le tiendo la mano y los dos nos ponemos a caminar hacia la salida de la plaza en silencio, hasta que ella lo rompe.
-Si me ha encontrado, ¿significa que ha averiguado la verdad?
-Estás en lo correcto, Camille. Has vuelto a acertar...
-Entonces, si sabes a lo que me dedico y quién soy… ¿Qué haces aquí?
-Si he de ser sincero, no tengo ni la más mínima idea.. Creo que ha sido el destino el que me ha traído hasta aquí...
-Hablo en serio Alexandre.
-Y yo también Camille… Yo solo sé que el pasado septiembre conocí a una mujer bajo una tormenta que me dejó asombrado. Y me he pasado todo un año buscándola y ahora ya la he encontrado. Y usted, ¿qué es lo que sabe?
- Que conocí a un hombre bajo una tormenta que me siguió, a pesar de estar mojándose de agua.. y que desde ese día, no he podido sacarlo de la cabeza.
Los dos nos quedamos en silencio, con un torbellino de pensamientos en la cabeza pero sin querer pronunciar ninguno hasta que llegamos a nuestro destino: la catedral de Notre Dame.
Allí, ella se para delante de mí y me mira fijamente. A nuestro alrededor, la gente nos mira porque, a pesar de estar malhumorados por el calor, a todo el mundo le gusta tener una historia que contar al final del día. Mientras nos estamos mirando fijamente y la gente que camina alrededor nuestro nos mira, un Mercedes negro con una matricula demasiado conocida, se para en la esquina, justo en el momento en que Camille rompe el silencio que se había apoderado de nosotros.
-Sabes perfectamente quien soy y lo que va a pasar a continuación- me sonríe - Sabes que voy a entrar en esa catedral y voy a robar esa antigüedad para devolverla a su propietario porque a eso me dedico- se queda unos segundos en silencio- ¿Y aun así te vas a quedar?
-Camille, mi querida ladrona de antigüedades, llevo un año buscandote y pensando en ti, no hay nada que me vaya a apartar ahora.
-Pero es peligroso… No es un trabajo para cualquiera...
-¿Ahora dudas de mis cualidades? Te he encontrado,¿no? Ya he hecho algo que nadie más ha sabido hacer… y mira que hay gente buscándote- ella se ríe ante ese comentario
-Sabes que después de hoy tendré que irme de París, ¿no? Me da la impresión que amas mucho esta ciudad como para renunciar a ella.
Ante ese comentario me pongo a pensar, mientras ella me mira fijamente. Si que es verdad que amo esta ciudad, amo sus parques, su gente, sus estaciones… y se que me sera dificil alejarme de ella, pero se la quiero más a ella, estoy seguro…
-Camille, escuchame, a la mierda París, ¿me has entendido? Te quiero a ti, me da igual en qué ciudad estamos.
Ella se ríe y me besa, y siento como si ya no hiciera calor, como si no hubiese nadie en la calle y solo estuviéramos ella y yo; yo y ella. Cuando nos separamos, ella me susurra un débil pero sentido: Te quiero y se marcha hacia el interior de la gran catedral mientras yo me quedo fuera esperándola.
Y mientras espero me acuerdo de lo que mi abuelo me decía cuando era pequeño sobre como se tenía que amar con locura y hacer locuras por amor, porque decía que los locos eran los únicos capaces de amar mientras que los cuerdos solo amaban con cordura y eso era como no haber amado nunca.
Y si había algo que yo tenía algo claro, era que amaba a Camille con locura y por ella haría la locura de ir al fin del mundo, si es ella la que me espera allí
Así que cuando la veo salir otra vez de la catedral y se acerca a mi, se que he tomado la decisión correcta.
-¿Estás seguro de que quieres venir conmigo, Alexandre?
La miro, le sonrío y la beso.
- Contigo me iría hasta el fin del mundo, Camille
Nos cogimos de la mano y los dos huimos lejos de la catedral, mientras oímos como las sirenas de los coches de policía se acercaban a la escena donde se había producido un robo, pero sin ladrones presentes ni ningún rastro que seguir…
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Un año en Paris
Cerita PendekUn hombre se enamora de una mujer, a la que conoce bajo una tormenta en París, antes de que ella desaparezca. Es entonces, cuando el intenta buscarla por todos los medios posibles mientras el destino interviene tira los dados del azar ¿ Se encontrar...