Capítulo 3

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Paso toda la tarde con Sakura, incluso la invito a quedarse conmigo, tener una pijamada como en los viejos tiempos, si en algo puedo ayudarla lo haré, tal vez pasar más tiempo con ella me ayude a hacerla entrar en razón.

–Me pasas el número de Touya –le digo mientras voy por el teléfono de casa, el mío quedó hecho pedazos y necesito conseguirme uno–

–Lamento lo de tu móvil –responde apenada–

–Es un objeto que puedo reemplazar, pero tú no... no me vuelvas a ocultar algo como eso.

Sus ojos vuelven a cristalizarse, me pasa su móvil y me apresuro a encontrar el número del energúmeno de mi ex, aunque claro, también es una excusa barata para escuchar de nuevo su voz, estoy igual o peor que Sakura, ambas somos un caso completamente perdido, enamoradas de personas que no nos convienen, claro que en mi caso, Touya jamás me ha golpeado, simplemente dejó que lo nuestro finalizara.

Uno, dos, tres timbres y no responde, sigue sin cambiar en ese aspecto, seguramente tiene el móvil olvidado y en silencio, recuerdo que igual por eso llegamos a discutir y tal vez en ese momento haya sido inmadurez, pero viéndolo desde otro punto de vista, si fuese una urgencia me acabaría muriendo.

–Intenta con el número que dice "ToKi" –miro con una ceja enarcada a mi amiga y esta simplemente se limita a encogerse de hombros–

Encuentro el contacto con ese nombre y por obra del cielo o de los dioses quizá, responde a la primera, esto sí que es una novedad.

–Touya... –de pronto siento que no puedo ni hablar–

–¿Diga? –al parecer no ha reconocido mi voz–

–Sakura se quedará conmigo –le informo antes de que mi voz vuelva a fallarme–

Se hace el silencio, no dice nada, aunque sé que está aún en la línea porque escucho su respiración.

–Le avisaré a mi papá, gracias...

Ni siquiera me despido, simplemente finalizo la llamada y dejo el teléfono a un lado como si me estuviese quemando, le entrego su móvil a mi amiga y me siento en un lado de la cama, no sé cómo puedo ser apoyo de ella cuando no he podido olvidar a mi primer y único amor.

Muevo de un lado a otro la cabeza para evitar la lluvia de recuerdos que amenazan con nublarme la razón, he dicho que debo de enfocarme en mi presente, ya basta de pensar en alguien que no supo valorarme.

–Iré al psicólogo –comento como si me estuviesen preguntando–

–¿Tú? ¿Para qué lo necesitas? –cuestiona–

–Aunque no lo creas, lo necesito demasiado y tú también –la observo de reojo, está jugando sus dedos, prácticamente se los está retorciendo–

–¿Conoces alguno?

Al menos no se negó, eso es un buen indicativo de que ella igual sabe que está mal, tal vez nos cueste, pero al menos ella podrá aprender a valorarse más y yo, quizá logre olvidarme de él.

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