Capítulo 4

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¿Escuché bien? Mi cara de seguro debe de demostrar asombro puro, entonces me estuve haciendo una película extraña en mi cabeza una y otra vez, solita me he estado torturando, ¿alguien podría hacerme el favor de pellizcarme y saber que esto no es un sueño?

–Señorita Daidouji...

El hombre de ojos hermosos y porte demasiado varonil me sujeta del brazo, una corriente eléctrica me recorre el cuerpo y no es para nada desagradable, pestañeo varias veces, necesito serenarme.

El me insta a entrar al reservado y no sé cómo, el caso es que logro que mis piernas se muevan lo suficiente para tomar asiento, todo en completo silencio, sigo sin creerme lo que me está pasando.

–Espero no le moleste, he pedido un champagne...

¡Tomoyo habla! ¡Dile algo! Me reprendo mentalmente, juro que estoy haciendo todo lo posible para reaccionar, pero por alguna razón estoy mucho mejor en silencio, observándolo y preguntándome ¿de dónde salió este hombre?

–¿Estás bien? –insiste, vale que ahora creo que si tendré que hablar o no me bajará de tonta–

–Sí, todo bien –respondo con el acopio de serenidad que he conseguido–

–En tu presentación dijeron que eres diseñadora...

–¿Eso importa? –me adelanto a cortarle la plática, me he puesto a la defensiva–

–Bueno, me encantaría saber de ti, lo que dijeron fue muy superficial.

–¿Cómo lo puedes saber si no estuviste presente? –replico–

A él parece divertirle mi reacción, me siento tonta al haber creído que saldría con un anciano, pero Sakura igual tiene la culpa ¡Por qué no me dijo antes de quién se trataba! La ahorcaré cuando la vea.

–No estuve presente, pero lo pude escuchar, estuve al teléfono toda la velada –responde como si nada–

–¿No era más sencillo hacer acto de presencia?

Mi lado peleonero ha salido a flote y llegando a este punto no sé cómo dejarlo de lado, sé que él no tiene la culpa de toda la película que me hice en la cabeza.

–Me fue imposible, no había llegado a la ciudad –explica– un amigo me hizo el favor de asistir para no perder lo que pagué de entrada y además se mantuvo en la línea para que yo escuchase todo.

–Solo escuchaste, ¿por qué a mí?

–Video y audio, Señorita Daidoji –contesta mientras se acomoda más en su silla– en realidad tenía una videollamada, y usted me llamó la atención, tenía ganas de tener esta cita con usted.

–¿Podrías dejarme de hablar de usted? Apenas tengo veinticuatro años y tú no creo que tengas más de treinta –replico mientras llevo mis manos a la cabeza, de pronto me ha comenzado a doler–

Sigue con una sonrisa en el rostro, ¿cuántos años tendrá? ¿Por qué rayos no lo puso en el formulario? Hubiese sido todo mucho más sencillo, nota mental "Dejar de hacerme películas en la cabeza"

–¿Quieres algo para el dolor de cabeza?

–¡NO! –vamos, que me estoy desquitando por todo lo que he pensado, pero no sé cómo más actuar, estoy oxidada en cuestión de citas– Lo siento, no es necesario –respondo un poco más serena–

–No pasa nada, si quieres te llevo a tu casa

–¿Sabes que si me voy ya no te volveré a ver? Compraste solo una cita –le recuerdo–

Subasta de Citas Vol IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora