Oscuridad. Eso era todo lo que veía.
La ansiedad lo carcomía poco a poco, torturandolo hasta que no quede una parte de él. Hasta que ya no sea él por completo.
Los gritos que salían dolorosamente de su garganta pidiendo por piedad y ayuda hacían eco en el lugar completamente vacío. Todo era negro. Ni un poco de luz alumbraba, no había un camino que pudiera seguir, simplemente era él perdido, sin salida.
Gruesas lágrimas caían otra vez por sus mejillas empapadas, recordándole las tardes en su habitación mientras la lluvia torrencial hacía ruido al chocar con varias partes de su casa. Sollozó. Nadie lo escuchaba, nadie estaba allí.
Tal vez él era "nadie", y por eso ninguna persona notaba su presencia.
Y de pronto despertó de su sueño matutino.