Epílogo.

841 86 54
                                    

     La esponja con espuma hacía movimentos circulares en el plato, para luego llevarlo debajo del agua y enjuagarlo.

     Louis a su lado lo secaba y, cuando terminaba, contemplaba como lavaba los utensilios con una leve sonrisa. Él se la devolvía.

     — ¿Quieres ir al jardín?— preguntó, con sus ojos azules posados en Harry. Lo vio asentir.

     — Ya terminamos, Lou.— sacó los guantes rosados de sus manos, para luego secarselas con una servilleta. Sonrió al ver su esmalte intacto. El ojiazul le había comprado esos guantes para que su pintura de uñas no se vaya rápidamente.

    Él tomó su mano, levantando la cabeza para verlo. La distancia se cortó en un dulce beso. Su derecha fue a la mejilla del castaño, profundizando el beso y agachándose para que él no tuviera que ponerse de puntitas.

     En un silencio agradable, ambos hombres —uno de veintiséis, y otro de veintiocho— caminaron hasta el patio trasero; el pasto lucía un verde saludable, había sido cortado por Louis hace unos pocos días, y Harry ya había regado las flores que allí tenían.

     Se sentaron en el césped, aún con sus manos entrelazadas y mirándose felices.

     — Te amo.— dijo en voz alta, tomando desprevenido al castaño.

     Él no respondió, pero sí se subió en regazo a llenarlo de besos. El ojiverde solo reía mientras su novio poco a poco lo tiraba hasta quedar acostado. Sus finos labios seguían atacando su rostro hasta llegar a su boca cereza y, la besó. Al principio, un simple toque, luego, dos lenguas juntas bailando en un lento vaivén. Al separarse, el hilo de saliva los unía, y las comisuras de ambos  se alzaron. Harry fue quien las besó primero, haciendo reír en voz baja al castaño y marcar esas hermosas arrugas en sus ojos, y sus labios se dirigieron allí también. Louis fue el segundo, besando los hoyuelos de su novio.

     Se quedaron en silencio unos momentos, azul y verde sin desconectarse.

     — Quería preguntarte algo.

     — ¿Qué es, Lou?— él se paró de su regazo, nervioso. Repitió su acción, con intriga.

     — Quiero... Una familia.— el corazoncito de Harry se rompió. ¿Qué?

     — ¿Vas a dejarme para tener una familia?

     — ¡¿Qué mierda?! ¡No! ¡Nunca! Dije que quiero una familia.— hubo una pausa, para tragar la saliva con fuerza. — Una familia contigo.

     Harry lo miraba sin creerlo, sorprendido. Con sus labios entreabiertos, su vista comenzó a ser borrosa.

     — ¿Es... en serio, Lou?— él se había acercado un poco más, con sus ojos pegados en el suelo. Demasiado avergonzado como para verlo a los ojos, pero se animó para responderle.

     — Sí, Harry. En serio.— viéndose fijamente, mordió su labio, para alejarse un poco y arrodillarse.

     Las lágrimas comenzaron a descender, cayendo por las mejillas rosadas del más alto. Louis temblaba.

     Su derecha fue hasta el bolsillo de su pantalón, sacando una diminuta caja. Un sollozo del chico fue lo que escuchó.

     — Lindo, ¿te casarías conmigo?— salió en un susurro, temiendo el rechazo.

     — Lou...— lloriqueó, el llamado subió la mirada hacia el rostro del rizado, empapado en lágrimas.

     Y dijo que sí. Dijo que sí porque Louis siempre sería quien ama, con quien sueña despierto y dormido, a quien siempre le pertenecería. Para él, siempre sería Louis. Y para Louis, siempre sería Harry.
     Fue esa respuesta la que hizo que saltara a sus brazos, rodeando su cuello y soltar un suspiro de alivio allí, para luego llorar de alegría en el cuerpo cálido del ojiverde. En su casa.

     Se separaron un poco, para que él castaño pudiera colocar el anillo de oro con sus manos tiritantes en el anular de su, ahora, esposo. Él seguía llorando. Se puso un poco de puntitas para hacer que sus frentes chocaran, sin dejar de verse.

     — Yo también te amo, Harry. Y juro que voy a hacerlo por el resto de la eternidad. Te lo dije. Siempre iba, y voy a estar aquí.— y sollozó más fuerte en cuanto sus labios se juntaron.

     No, no había una celebración. No había un salón decorado con cosas caras. No había un pastel de muchos pisos. No había personas invitadas. Eran solo Harry y Louis, ambos en casa, besándose en el jardín mientras soltaban lágrimas en símbolo de su alegría. Eran solo ellos siendo felices.

     Poco a poco fueron hasta la habitación en la que los dos dormían todas las noches, abrazados y mimándose. Cayeron en la cama matrimonial.

     Los besos se volvían fogosos, pero seguían transmitiendo su amor mediante ellos. Louis comenzó a besar cada una de las casi ya no visibles cicatrices de Harry y, él realmente no podía sentirse más amado, protegido. Debajo de su esposo, su hogar, con él besándolo en todas las partes de su cuerpo como si este fuera lo más majestuoso del mundo. Amándolo como la última persona en el planeta. Protegiéndolo como si estuviera amenazado a muerte.

     Cálido.

     Ambos sudando y los jadeos retumbando en el cuarto. Llenos, alegres.

     Esa fue su primera vez como esposos, y no fue la última.

      Y ni siquiera la muerte pudo separar a Harry y Louis.

hear me please ; l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora