Capítulo seis.

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     Con sus ojos apagados miró su reflejo en el espejo de su habitación. Estaba completamente desnudo, tan solo viendo su cuerpo sin expresión pero llorando al verse tan destruido, tan horrible.

     Louis había conseguido que vaya a un psicólogo. Habían pasado cinco meses desde el día en el cual durmió junto a él, acurrucado en su pecho, inquieto por buscar calor y cariño de alguna forma.
     Él le hizo prometer que no lastimaría su cuerpo. A la primera, negó, al igual que la segunda. Sabía que no cumpliría con la promesa y las lágrimas saladas salieron de sus ojos. El castaño terminó tirando sus navajas.

     No dijo que iba a cumplir su promesa, ni siquiera aceptó. Sin embargo, realmente lo intentaba.

     Louis se volvió más cercano a él. No sabía todo, por supuesto. Aún le costaba confiar en alguien.

     — ¡Haaaarry! Estoy en casa.— oh, sí. El ojiazul venía a diario a su propiedad. No era molesto. Además, ya eran vacaciones.

     Tomó su bóxer, sin ánimo alguno. No importaba que él lo viera desnudo, pero temblaba por miedo. Miedo a que él entre a la habitación y mire su cuerpo de arriba abajo con asco. Harry definitivamente no podría soportar eso.

     — Voy a pasar, Hazza.— y la puerta fue abierta. Harry se sentó en su cama, colocando sus manos en su rostro. Sí, él ya se había puesto su ropa interior. — ¿Lindo, qué sucede?— no era un tono lastimero, era uno de preocupación. Él quiso sonreír por eso, pero en cambio salió un sollozo.

     Louis se adentró en la habitación, sentándose al lado del rizado. No era la primera vez que lo veía solo con una prenda de ropa, no era la primera vez que veía sus cicatrices.

     — ¿Quieres decirme algo?

     — No me gusta mi cuerpo. Es horrible. Odio estas mierdas.— apuntó a sus muslos. Louis bajó la mirada, y la levantó otra vez. Tan solo recostó al rizado encima suyo, tratando de protegerlo con su cuerpo.

     — Hey, no digas eso. Tu cuerpo es muy hermoso. ¿Sabes que significan esas cicatrices, bebé?— él negó. Se miraban por el espejo. — Significan lo fuerte que eres. Sigues aquí, y eso es lo único que importa. ¿Que tu cuerpo es así? Tu cuerpo es hermoso. ¿Que tu cuerpo tiene esto? Dios, precioso. ¿Que tus piernas son así? Tus piernas son perfectas porque son tuyas. No soy de decir cosas así, entonces me sale para la mierda. Pero por favor, no te trates así, Hazz. Eres magnífico.

     Una de las los brazos de Harry fue tomando delicadamente por su mano, elevándolo hasta llevarlo cerca de su boca.

     — ¿Puedo?— preguntó. Tenía miedo de estar haciendo algo mal y asustar a su ricitos. Él solo asintió.

     Un beso cayó en cada una de esas cicatrices con una historia detrás. Una triste historia que esperaba un final feliz.

     — Podría besar cada una de ellas; porque las amo. Porque son parte de ti, y yo te amo.— una lágrima recorrió la mejilla del ojiverde, seguidas por muchas más mientras veía a Louis besar sus brazos con amor, sus muslos, sus nudillos, cada uno de sus dedos, sus sonrojadas mejillas, su nariz. Lo obligó a cerrar los ojos para poder besar sus párpados. Él rió bajito.

      Y luego, lo mejor para el final, sus labios rojos se dirigieron a los cereza de Harry. Chocaron en un dulce toque. No había movimiento, simplemente bocas tocándose con inocencia y amor. Sobretodo amor.

     — Te amo, Harry.— las palabras no salieron de su boca. — No contestes, tontito. No es necesario.— y otro beso lo calló.

     Su corazón revoloteaba de emoción, él apenas podía moverse de lo bien que se sentían los labios del castaño pegados a los suyos. Louis sonreía por si expresión.

     — ¿Te parece si me quedo a dormir?— su derecha acarició los rizos chocolates, él inclinó su cabeza para sentir más el cariñoso toque.

     — Ibas a hacerlo sin siquiera preguntarme.

     — Oh, y yo que estaba intentando ser bueno. Louis malo activado.— una sonrisa plasmó su rostro al escuchar la tonta risa del ojiverde.

     — Eres bueno.— soltó sin pensar. — Gracias, Lou.— él lo miró con la boca entreabierta, sorprendido. Lo hubiera besado, pero se encontraba lo suficientemente avergonzado como para hacerlo.

     — ¿Dormimos?— preguntó Louis, una vez que salió del pequeño trance.

     — Sí.

     Ambos se sonrieron. Entrelazaron sus manos y juntos se escondieron debajo de las sábanas. Esta vez Louis se acurrucó en el pecho de Harry, y él apoyó su cabeza en la de Louis. Con sus piernas entrelazadas y sus manos también, cayeron dormidos.

    

    

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