Capítulo uno.

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     Se miraba en el espejo. Sus defectos resaltaban.

     Ojeras marcadas, ojos cansados, sin brillo, sin vida. Granos. Labios secos y rotos, pálidos a pesar de que siempre los mordía. Piel imperfecta. Todo en él era imperfecto. A veces se reconfortaba diciéndose que nadie era perfecto.

     Con su cepillo de dientes en mano, lavó su dentadura. Limpió su cara con algo de agua fría, tratando de parecer vivo, provocándole escalofríos con su contacto.

     Un grito de su madre resonó, ella lo llamaba. En respuesta, solo pronunció un débil "ya voy."

     Vio su reflejo otra vez, lucía igual de mal. Suspiró con pesadez, y sonrió, mostrando sus dientes. No existía felicidad o razón alguna para hacerlo, pero siempre le dijeron que una sonrisa hacía todo mejor, más lindo. Más vivo. ¿Por qué no sonreír entonces?

     Bajó las escaleras, aparentando ganas por empezar un nuevo día, cuando en realidad solo quería quedarse en su cama que aparentaba ser cálida, aunque era más fría que el invierno.

     Solo. Así se sentía.

     Pero la soledad era su amiga.

     Su única amiga.

     — ¡Harry! Buenos días, cariño.— su madre mostró una sonrisa sincera, y él respondió de la misma forma. Mismo nivel de alegría, pero falsa, a diferencia de su madre.

     — ¡Hola mami! Buenos días.— ella nunca notaba su voz apagada. Nunca lo había hecho, y no creía que lo haría alguna vez.

     — Primer día de escuela otra vez, ¿huh? Espero que te vaya de lo mejor, amor mío.— sus brazos cálidos lo rodearon. A veces tan solo deseaba que su madre se diera cuenta de lo frío que estaba su hijo, tan solo, tan necesitado de cariño. Cariño verdadero.

     — ¡Sí! Veré a mis amigos hoy.— una mentira no tan mentira. Tenía solo un amigo. Era solo una fachada, él tampoco notaba que Harry ya no tenía brillo, que de encontraba en la oscuridad y él no podía salir de ahí.

     — Amo que mi niño esté tan emocionado.— la culpa volvió, y un nudo se formó en su garganta. Oh, pobre madre. Su hijo era un niño triste.

     — También amo que tú ames que esté emocionado.— una risita salió de su boca, e intentó imitarla.

     — Ya, ¡basta de charlas, Styles! Debes ir a la escuela. Tu desayuno está en la mesa, Gemma te espera para irse.

     Asintió, y al darse vuelta su estado de ánimo cambió de forma drástica. La sonrisa que pretendía brillar no estaba. Abrió los ojos más de lo normal al notar la mirada de su hermana, lo veía confundida. Literalmente hace cinco segundos él reía junto a su madre.

     — Hola Gem.

     — Solo come, Harry.— nada fuera de lo normal, Gemma siempre era indiferente con él. Eso dolía, porque era solo con él. Ella luego trataba a los demás con amor. Aún así, su hermana le había enseñado a tratar a las personas con amabilidad, eso era lo único bueno que le había dicho alguna vez.

    Fue cuando tenía cinco años. Él había pateado un niño, ya que este le había empujado en el parque, haciendo que callera en el lodo, manchándose. Luego, su pelota ya no estaba en sus manos, sino en las del chico a su lado. Y en medio del llanto infantil, su pierna se elevó hasta patear al niño en su estómago.
     Ese día Gemma tomó su brazo con brusquedad, pateandolo en el estómago también para que vea como se sienta. Bramó que debía de tratar a las personas bien, sin violencia alguna. El ojiverde lloró en su habitación cuando la noche cayó. ¿Él era tan malo como su hermana decía que era?

    Su desayuno desapareció con rapidez. No llegaba tarde a la escuela, sin embargo quería irse en ese momento. No quería estar allí.

     En realidad no tenía ni la más mínima gana de estar en lugar alguno, pero si debía elegir en uno, él definitivamente elegiría su casa. Considerado para muchos como un hogar, para Harry eran cuatro paredes que aparentaban ser cálidas, llenas de estufas con el intento de calentarlas; pero las estufas estaban rotas.

     Partió camino a la escuela, y su mente solo le recriminaba lo mala persona que era. Sí, Harry podía tratar a los demás con amabilidad. Harry podía donar. Harry podía compartir. Pero todo lo sentía falso.
     Se sentía un hipócrita rodeado de buena gente que le hacía notar lo horrible que era.

     La profesora llegó al salón, y los alumnos cerraron la boca. Habían llegado dos nuevas personas. ¡Viva! Harry amaba ver el aula llenándose hasta sentir no poder respirar debido a la sensación de más miradas puesta en él. Y el ojo verde solo sonreía con nerviosismo.

     A él no le gustaba mostrarse triste. Todos le replicaban que debía estar feliz. Lo tenía todo; una familia, dinero, ropa, comodidades, amigos, muchos le querían. Harry sentía que no tenía nada. A nadie. Y tampoco es como si mereciera algo.

     Louis y Zayn. Esos eran los nombres de los nuevos. Tenían una sonrisa en su rostro, era de los nervios y emoción. Se veía verdadera, y le gustó eso. Le gustaba ver a las demás personas felices de verdad. Sin mentiras de por medio, solo una curvatura de labios que radiaba alegría.

     Se sentaron lejos, al fondo del salón. La profesora de literatura miró esto con sospecha, pero no dijo nada acerca.

     La explicación se hacía cada vez más aburrida, pero tenía que escuchar si no deseaba problema alguno con sus notas. De vez en cuando participaba en clases, porque sino su calificación bajaría.

     El castaño y el pelinegro se acercaron a él, mostrándose algo tímidos. Los nervios envolvieron a Harry en un apretado abrazo. Él no podía escapar, pero quería. Deseaba correr de allí, no quería hablarles, le dolía aparentar. Él no era feliz, no quería mostrarse como tal.

     — Hola.— el castaño saludó. Zayn estaba a su lado, un poco más atrás. Se notaba reservado, pero con intención de hacer un nuevo amigo.

     — Hola.— titubeó en respuesta. Mierda, mierda, y más mierda.

     — ¿Te gustaría pasar con nosotros el almuerzo?— no, su respuesta sería no.

     — Claro, ¿por qué no?— tenía miedo. Siempre lo tenía, pero no anhelaba realmente estar ahí. Su respiración se tornó entrecortada.

     ¿Qué haría si ellos descubrían quién era realmente? Se alejarían. ¿Qué haría si se encariñaba con ellos? Le dolería. ¿Qué haría si ellos revelan a todos quién es? Se derrumbaría.

     Harry no podía caer otra vez en el juego de querer a alguien, porque siempre perdía. Caía en el engaño del cariño de alguien más, como había sucedido con una de "sus relaciones".

     El chico lo había tocado, sin consentimiento alguno. Él no era virgen pero deseaba serlo. Le había dicho que lo quería. Quizás el joven de ojos verdes había malentendido su forma de querer.
  
     Esa habitación oscura apareció en su mente, él estaba ahí. No veía el aula, y gritó para sus adentros por ayuda.

     No había sido escuchado, de nuevo y como siempre.

     — ¡Bien! ¿Viste Zayn? ¡Dijo que sí!— la voz chillona lo sacó. Fue sacado del lugar, y sus ojos se abrieron con exageración. El pelinegro sonrió de lado. — ¿Tu nombre cuál es?

     — ¿No sería mejor "¿cuál es tu nombre?", Louis?— protestó Zayn. Louis rodó los ojos.

     — Lo que sea, imbécil.— se dirigió a él luego de insultar a su amigo. — Mi nombre es Louis, Louis Tomlinson.

     — Sí, ya lo sé. Se presentaron al principio de clase.— un leve color carmín adornó las mejillas del ojiazul mientras lo miraba con indiferencia, pero curioso por sus adentros.

     — Jaja, mierda. Cierto.— rió sarcásticamente.

     Eran buenas personas, se notaba. Y Harry no quería relacionarse con ellos.

hear me please ; l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora